¿Cómo ayudar a un ser querido con depresión?
La depresión es uno de los problemas psicológicos más frecuentes y, sin embargo, suele resultar difícil de comprender para quienes no la sufren directamente. Por este motivo, cuando una persona que queremos se encuentra en esta situación con frecuencia nos sentimos frustrados, ya que no sabemos cómo actuar para ayudarla y experimentamos sentimientos contradictorios que van desde la compasión al enfado pasando por la culpabilidad y la resignación. Por ello la depresión no es solo un problema para sus protagonistas sino que también genera sufrimiento en amigos y familiares, muy especialmente en quienes conviven con ellos.
A lo largo de estas líneas proponemos algunas pautas que puedan servir de orientación general, si bien como siempre cada persona y cada situación son diferentes y no hay recetas sencillas que valgan para todos los casos.
Cuando decimos que alguien está deprimido solemos referirnos a alguien que está triste buena parte del tiempo, o que experimenta un malestar intenso, o que ha perdido el interés y la ilusión en las cosas que le rodean o en su futuro, en ocasiones no sintiéndose capaz de afrontar sus obligaciones o tareas diarias por este motivo.
Una de las cosas que más suele desconcertar a quienes rodean a la persona que está deprimida es que no encuentran razones de peso que justifiquen estos sentimientos y comportamientos. De aquí comentarios como: “No es para tanto” o “No sé por qué te quejas si tienes tantas cosas buenas en tu vida”. Lo primero que debemos entender es que las personas no nos desenvolvemos únicamente en la realidad objetiva que nos rodea (p. ej., nuestra casa, nuestro trabajo, nuestros amigos…), sino que cada persona interpreta o reacciona a esa realidad de manera diferente de acuerdo con su propia historia vital. Pensemos en la metáfora del vaso medio lleno o medio vacío: ¿a partir de qué punto empezamos a considerar que el vaso está más lleno que vacío? Probablemente si preguntásemos a personas distintas nos darían respuestas distintas, según sus experiencias personales en este tipo de situaciones. Del mismo modo, aunque a primera vista podamos pensar que unas circunstancias son favorables, una persona con depresión probablemente haya aprendido a interpretar estas circunstancias de una forma distinta (más amenazante, menos ilusionante…) que la lleven a sentirse de manera diferente.
Otra cuestión que tenemos que comprender es que la vida es una carrera de obstáculos continua que tenemos que ir superando. Algunos obstáculos son sencillos (p. ej., levantarnos de la cama cuando suena el despertador) mientras que otros obstáculos son mucho más difíciles de superar (p. ej., el fallecimiento de un ser querido). Sin embargo, el que un obstáculo nos resulte sencillo o difícil de saltar no depende tanto del obstáculo en sí mismo sino de nuestras propias habilidades. Por ejemplo, sabemos que no a todo el mundo le resulta igual de fácil madrugar. Hay personas que abren los ojos temprano sin necesidad de despertador mientras que otras necesitan 10 despertadores atronando para conseguir abrir un ojo. Y desde luego influyen otras circunstancias: ¿hemos descansado suficiente? ¿Cómo nos sentimos hoy física y emocionalmente? ¿Vamos a hacer algo que nos apetezca durante el día? Por este motivo, un comportamiento que para unos puede resultar sencillo y evidente, como levantarnos de la cama, para algunas personas puede suponer todo un desafío, y como hemos visto es una cuestión mucho más compleja que va más allá de la pereza o la debilidad.
En resumen, lo que para mí es de una manera, me genera unos sentimientos y me parece relativamente sencillo, otra persona puede interpretarlo y experimentarlo de una manera muy diferente, hacerle sentir de una forma incluso opuesta y tener una dificultad muy superior para afrontarla. Partiendo de estas premisas, a continuación te proponemos algunas pautas:
No minimices el sufrimiento o la experiencia de la persona deprimida: El malestar de la persona es real, tan real como el que tú puedas experimentar en otras situaciones que te hagan sufrir. Por ello, quitarle valor o importancia (“No es para tanto”, “No sé de qué te quejas”, “No te entiendo, si todo te va bien”, “Ya llevas demasiado tiempo así”) solo alejará de ti a esa persona y aumentará sus sentimientos de incomprensión. Resultan más útiles otros comentarios como “Entiendo que tienes que estar pasándolo mal”, “Debe de ser difícil sentirse de esa manera”. No tengas miedo de lo que te pueda contar y permítele hablar abiertamente de lo que le duele y le preocupa. Si expresara pensamientos relacionados con la muerte, ayúdale a ver alternativas y pedid ayuda profesional.
Conduce la conversación hacia otros temas: Aunque en momentos puntuales sea conveniente empatizar con la persona deprimida, tal y como explicábamos en el punto anterior, no permitas que vuestra relación gire siempre en torno a ese tema. Saca otros temas de conversación sobre tu vida, su vida o sobre temas que antes os solían interesar a ambos, aunque ahora mismo a la otra persona le despierten menos interés. Intenta hablar de temas neutros o alegres y minimizar temas de quejas o conflictos que puedan retroalimentar el bajo estado de ánimo de la otra persona. Si esta insiste en que no la escuchas o no prestas atención a sus problemas, puedes decirle con firmeza pero con cariño: “Hablar sobre esos temas no te va a ayudar, yo quiero hablar contigo pero sobre otros temas diferentes”. Esto será mucho más útil para ella que intentar consolarla o escucharla durante largos períodos de tiempo.
Sigue haciendo tu vida con normalidad: Cuando convivimos con una persona que está físicamente enferma, es natural que nos adaptemos a ella y hagamos cosas para facilitarle la vida, ya que la persona está más débil y le cuesta valerse por sí sola. Permitirle que descanse muchas veces la ayudará a recuperarse más rápido. Cuando convivimos con una persona con depresión solemos hacer lo mismo, ya que observamos el esfuerzo que le supone realizar incluso las tareas más básicas. Sin embargo, aunque hagamos esto con la mejor intención, en la práctica no la estamos ayudando. Al contrario, le estamos quitando incentivos que la motiven para el cambio que necesita e impidiéndole que desarrolle las habilidades que va a necesitar para superar sus propios obstáculos. Además, sobrecargarnos de tareas contribuirá a que también disminuya nuestro estado de ánimo e incluso a generar sentimientos de resquemor que, a la larga, acabarán por deteriorar nuestra relación. Actúa con normalidad, no asumas tareas que corresponden a la otra persona ni le facilites la vida en este sentido. Es posible que esto te genere sentimientos de culpabilidad por no ayudarla más pero recuerda: de esta forma sí la estás ayudando. Y también estás cuidando de ti, lo cual es igualmente importante.
Facilita que participe en actividades gratificantes: Una de las principales cosas que podrá ayudar a una persona con depresión es involucrarse en actividades divertidas o entretenidas, especialmente si se trata de actividades físicas. Sin embargo, esto es algo difícil para ella, ya que es posible que dado su estado de ánimo no le apetezca o no lo pase bien al principio. Esto es algo normal. Aun así, pónselo fácil y házselo atractivo. Por ejemplo, ofrécete a hacer algún deporte con ella o dar algún paseo, proponle ir al cine o al teatro, etc.
Ayúdala a buscar terapia psicológica: Aunque sigas todos estos pasos y pongas todo de tu parte, lo más probable es que no sea suficiente ya que el cambio de la otra persona no está en tus manos, sino en las suyas. Salir de una depresión es algo más difícil de lo que puede parecer desde fuera de ella y la forma más eficaz de hacerlo es recibiendo ayuda profesional. Las pastillas, aunque tienen un efecto temporal, no ayudan a la persona a cambiar su interpretación de la realidad ni a desarrollar las habilidades que necesita para enfrentarla, por lo que no son una solución al problema. El psicólogo es una persona especializada en escuchar y en proponer pautas sencillas y adaptadas a cada persona que la ayudarán a reducir su sufrimiento y a ganar habilidades hasta lograr una solución definitiva. Sin embargo, recuerda que la decisión de ir al psicólogo depende finalmente de la propia persona y no de ti, que solo puedes proponerlo y facilitarlo.
Cuídate: Si has seguido todos los pasos anteriores y aun así la persona no mejora y decide no recibir ayuda profesional, recuerda que estás haciendo todo lo que está en tu mano y debes sentirte tranquilo y satisfecho por ello. Si te mantienes firme en estas pautas, haces más probable que la persona decida pedir ayuda más adelante. Por ello, no te impacientes ni te desgastes intentando ayudar a toda costa y acepta que el cambio no depende de ti. Lo mejor que puedes hacer es cuidar de ti mismo, físicamente y emocionalmente, para evitar caer tú mismo en un proceso depresivo. Dedícate tiempo para descansar y disfrutar de cosas que te apetezcan, avanza en tus proyectos personales, relaciónate con otras personas y no permitas que los problemas de la persona con depresión se conviertan en el centro de tu vida. De esta forma, no solo te ayudarás a ti mismo sino que también podrás ayudar de forma más eficaz a la otra persona cuando te necesite y servirás de modelo para ella.
Si te encuentras en esta situación esperamos que estas pautas te sirvan de ayuda y también tengan algún efecto positivo en el estado de ánimo de tu ser querido. Aun así, recuerda que tú no eres responsable del estado de ánimo de otra persona y que es normal que en algunos momentos te sientas superado por la situación. Si este es tu caso, puedes plantearte acudir tú mismo a un profesional para conseguir estar tú bien y desde ahí, probablemente podrás ayudar mejor a la otra persona.
Irene Fernández Pinto
Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).