Empieza hoy a hacer respetar tus derechos asertivos
La asertividad es una de las claves de un buen funcionamiento psicológico y, más específicamente, de un buen funcionamiento social. Se trata de la capacidad de expresar nuestros deseos a otras personas de manera adecuada y directa, haciéndonos respetar al tiempo que respetamos a los demás.
En otras palabras, la asertividad consiste en un equilibrio entre expresar lo que queremos, actuando en consecuencia, y respetar a la otra persona siendo educados y respetuosos con ella. Muchas veces fallamos en este equilibrio yéndonos a cualquiera de los dos extremos: el pasivo (renunciar a nuestros derechos o no manifestar nuestros deseos) o el agresivo (imponer nuestro punto de vista, avasallar o enfadarnos con la otra persona).
Algunos de los beneficios de la asertividad son la mejora de nuestras relaciones sociales (porque se reducen los conflictos), un aumento de nuestra autoestima (porque sentimos que nos hacemos respetar sin perder los papeles), una mejora de nuestra calidad de vida (porque conseguimos que se tenga en cuenta nuestra opinión y se respete nuestra forma de hacer las cosas), un mayor ajuste emocional (porque se reducen sentimientos de culpa, resentimiento, enfado…), entre otros.
Una de las mejores formas de empezar a poner en práctica la asertividad es conocer y tener muy presentes una serie de derechos asertivos que, precisamente por ser tan básicos, muchas veces pasamos por alto. Aquí te proponemos un listado de tus derechos asertivos:
Tienes derecho a tener tus propias necesidades y a que esas necesidades sean tan importantes como las de los demás.
Tienes derecho a expresar tus sentimientos, siempre y cuando lo hagas de forma adecuada y asumas que tus sentimientos son tuyos y no son responsabilidad de la otra persona. Expresar nuestras emociones ayuda a que los demás nos conozcan y a evitar sentimientos de frustración.
Tienes derecho a ser tratado con respeto y dignidad, y a ignorar y no dar credibilidad a aquellos mensajes que te descalifiquen.
Tienes derecho a tomar tus propias decisiones. Los criterios para valorar el mundo no son únicos y universales, por lo que tienes derecho a establecer tus propias prioridades y a decidir cómo encauzar tu vida, asumiendo las consecuencias que conlleven tus decisiones.
Tienes derecho a cambiar de opinión y a que las opiniones que has expresado en un momento dado no te definan para siempre. A lo largo de la vida evolucionamos y aprendemos, por lo que cambiar de opinión en ciertos momentos es natural y sabio.
Tienes derecho a cometer errores. Recuerda que todos cometemos errores y que forman parte de nuestro proceso de aprendizaje.
Tienes derecho a no ser perfecto ni rendir al máximo de tus posibilidades en todo momento.
Tienes derecho a pedir ayuda, sabiendo que los demás tienen derecho a proporcionártela y a no hacerlo.
Tienes derecho a rechazar peticiones y a decir que no sin sentirte culpable ni egoísta.
Tienes derecho a tener tus propias opiniones y a no estar de acuerdo con otros.
Tienes derecho a pensar antes de actuar y a no sentirte presionado aunque los demás te reclamen una respuesta inmediata.
Tienes derecho a descansar y a la soledad. No tienes la obligación de estar continuamente ocupado con tareas o planes sociales; también tienes derecho a no hacer nada. Recuerda que los momentos de descanso y tranquilidad son importantes para tu salud física y psicológica y que saber disfrutar de la soledad es tan importante como saber disfrutar de los momentos compartidos.
Tienes derecho a decidir qué hacer con tu cuerpo y con tu sexualidad.
Tienes derecho a decidir qué hacer con tu propiedad y con tu tiempo.
Tienes derecho a sentirte a gusto contigo mismo.
Tienes derecho a superarte a ti mismo y a sobresalir en algunas habilidades. No permitas que una humildad mal entendida limite tu crecimiento personal.
Tienes derecho a comportarte de manera habilidosa y asertiva, aunque las otras personas puedan sentirse molestas, siempre y cuando respetes sus derechos.
Tienes derecho a no comportarte de manera asertiva en todo momento.
Cuando ejerzas estos derechos asertivos, recuerda que los demás también tienen los mismos derechos. Por ello, si realizas una petición, la otra persona tiene derecho a decirte que no, si expresas una opinión el otro puede discrepar, etc. Y viceversa. Aun así, ejercer nuestros derechos asertivos es valioso incluso aunque no siempre consigamos que la otra persona reaccione como nos gustaría (aunque lo hace más probable). En muchos casos, la estrategia más eficaz es la negociación para alcanzar un acuerdo que tenga en cuenta las necesidades y deseos de ambas partes.
Cuando no estamos acostumbrados, ejercer estos derechos puede resultar difícil e incómodo, pues nos preocupan las reacciones de las otras personas o no somos suficientemente hábiles expresándonos de forma asertiva. En ocasiones es posible que los demás, acostumbrados a que actuemos de otro modo, reaccionen con sorpresa e incluso enfado en un primer momento. Sin embargo, la mayor parte de las veces comprobarás que los demás poco a poco se van ajustando a tu nueva forma de funcionar y siendo más respetuosos contigo. Y sobre todo, cada vez irás teniendo más habilidad para expresarte y reaccionar de manera asertiva, con lo que se volverá algo natural y sencillo para ti.
Empieza hoy a ejercer activamente estos derechos. Nuestra propuesta: aplica todos los días al menos uno de estos derechos a alguna situación concreta de tu vida. Mejor aún: anótalos en un papel para que puedas comprobar lo que vas consiguiendo y los beneficios que se derivan de ello. Comprobarás que cada vez te resulta más fácil y natural.
Bibliografía recomendada:
"La asertividad: expresión de una sana autoestima" de Olga Castanyer (Desclée de Brouwer).
Irene Fernández Pinto
Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).