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¿Cómo puedo promover las habilidades sociales de mi hijo?

Los seres humanos nos desenvolvemos en un entorno fundamentalmente social. Necesitamos relacionarnos de manera habitual con otras personas para poder realizar buena parte de nuestras actividades diarias y tenemos que cooperar con los demás incluso para satisfacer nuestras necesidades básicas (p. ej., para alimentarnos). Además, las relaciones sociales pueden resultar en sí mismas muy gratificantes, aunque también pueden ser objeto de grandes quebraderos de cabeza.

Es por ello que el desarrollo de las habilidades sociales durante la infancia, la adolescencia y, en realidad, durante toda la vida resulta esencial. Cuando estas habilidades fallan o percibimos dificultades para relacionarnos o ser aceptados por los demás, esto puede generarnos sentimientos de ansiedad, tristeza, vergüenza, rabia o culpa. Si estas dificultades sociales se mantienen en el tiempo pueden llegar a ocasionarnos problemas importantes en muchas áreas de nuestra vida: desde conseguir o mantener un empleo hasta encontrar pareja, realizar ciertas actividades de ocio o incluso puede complicarnos actividades aparentemente sencillas como ir de compras, salir a la calle o viajar en transporte público.

Por todos estos motivos, no es de extrañar que muchos padres se pregunten qué pueden hacer para promover la competencia social de sus hijos. Y afortunadamente pueden hacerlo de muchas maneras, ya que son el primer contexto social en el que los niños se desenvuelven y actúan como modelos de comportamiento. Por ello, especialmente en edades más tempranas en las que desempeñarán un papel más nuclear en la vida de sus hijos, es muy deseable que estén atentos a poner en práctica ciertas estrategias que contribuirán a su desarrollo socioemocional.

Claves para promover la competencia social de tus hijos

  1. Promueve un ambiente positivo y cálido en casa: Es normal experimentar emociones negativas cuando se producen ciertas situaciones difíciles o problemáticas como, por ejemplo, la pérdida de un ser querido o períodos laborales más estresantes. De hecho, observar las reacciones de los padres en estas situaciones puede ser una buena oportunidad de aprendizaje para los niños. Sin embargo, es importante que los adultos cuiden su propio estado de ánimo, asegurándose de que las emociones negativas no les sobrepasan ni se prolongan excesivamente en el tiempo, y que procuren mantener una actitud proactiva y resolutiva ante los problemas. Procura que, en general, en casa predominen las emociones positivas de cariño, alegría, curiosidad…

  2. Habla sobre las emociones: Habla a tu hijo acerca de sus emociones, así como sobre las tuyas (p. ej., “Cuando te hablo y no me respondes, me siento muy frustrado”). Pon nombre a las emociones cuando te relaciones con tu hijo y haz referencia a las causas de tales emociones. Esto le ayudará a aprender a gestionar sus propias emociones y a comprender mejor las de los demás.

  3. Interésate por su mundo social: Pregunta a tu hijo sobre su día a día y muestra interés por las situaciones que te cuenta. Interésate sobre sus amigos y las situaciones sociales que ha tenido durante el día. Además de conocer mejor a tu hijo, esto te dará la oportunidad de comentar con él posibles estrategias para resolver conflictos o hacer frente a los desafíos sociales a los que se enfrente. Desafíos que, aunque a los adultos puedan parecernos sencillos, para ellos son novedosos y complejos.

  4. Enséñales a manejar sus emociones negativas: Si observas que tu hijo está triste o preocupado por alguna situación, social o de otro tipo, escúchale y ayúdale a comprender sus emociones y a buscar soluciones. Esto le enseñará a actuar de manera similar hacia otras personas en situaciones similares.

  5. Refuerza aquellos comportamientos que quieras fomentar: Reconoce o recompensa a tu hijo cuando observes o te cuente que se ha comportado de manera socialmente competente. Por ejemplo, muestra tu alegría si se ha enfrentado a su timidez y ha empezado una conversación con un compañero. Muéstrale tu admiración si ha reconocido un error y ha pedido perdón por él o si ha tenido un gesto amable o generoso con otra persona. Exprésale cariño si ha compartido un juguete con otro niño.

  6. Evita los castigos arbitrarios y promueve las consecuencias naturales: Permitir que los niños se enfrenten a las consecuencias naturales que se derivan de sus comportamientos inadecuados, en lugar de sobreprotegerlos o de aplicar castigos arbitrarios, les ayudará a ser más conscientes de los efectos de sus acciones y autorregularse, habilidades que le resultarán de gran utilidad para relacionarse socialmente. De hecho, casi siempre resultará más eficaz a largo plazo prestar atención a aquello que hacen bien al tiempo que ignoramos sistemáticamente sus malos comportamientos (p. ej., cuando interrumpen, gritan, nos hablan con poca educación…).

  7. Sé un modelo de comportamiento: Una de las principales formas en que los niños aprenden es observando el comportamiento de los demás, y en particular el de sus padres. Por ello, si te comportas de manera socialmente hábil, te copiarán y se sentirán más seguros interactuando socialmente. También puede ser útil poner nuestro comportamiento en palabras (p. ej., “Tengo que recordar darle las gracias a la abuela por irte a buscar al colegio” o “Perdona, estabas hablando y te he interrumpido”).

  8. Cuida la forma en que hablas de otras personas: Muchas de las dificultades para relacionarnos con los demás se deben al temor que nos genera sentirnos juzgados o criticados, así como a la anticipación de que otros puedan reaccionar de manera negativa o brusca a nuestras acciones. Estas expectativas que tenemos sobre los demás también se aprenden. Por ejemplo, si nosotros mismos solemos juzgar o criticar duramente a otros, es natural que nuestros hijos aprendan a esperar esa crítica de los demás y a temerlos. Lo mismo sucederá si somos intransigentes o nos ofendemos fácilmente. En cambio, si nuestros hijos nos ven comportarnos de manera asertiva, justa y comprensiva con los demás (y con ellos mismos), será más probable que esperen recibir este tipo de trato cuando se relacionen con otros y que, por tanto, se enfrenten a las situaciones sociales con menos ansiedad (y probablemente con más éxito).

  9. Más no es mejor: Tal vez pensemos que la mejor manera de contribuir al desarrollo de las habilidades sociales de nuestros hijos es facilitar muchas oportunidades para que se relacionen con otros niños. Si bien es necesario e importante que los niños jueguen y se relacionen con sus iguales, estar expuestos a muchas situaciones sociales no tiene por qué ser sinónimo de un buen proceso de socialización. Por ejemplo, los niños más pequeños pueden no aprender a relacionarse de manera competente si no hay adultos supervisando y guiando en alguna medida las interacciones sociales (p. ej., ayudándoles a compartir juguetes o manejando las conductas agresivas que surjan). Asimismo, si se relacionan frecuentemente con niños con escasas habilidades sociales o comportamientos inadecuados esto puede de hecho entorpecer su desarrollo social.

  10. Presta atención a las señales de riesgo: Es importante estar atentos a cambios en el comportamiento de nuestros hijos que puedan hacernos sospechar que están siendo rechazados o acosados por sus iguales, ya que la integración social tiene una gran importancia en su desarrollo y en su autoestima. Si notas que empeora su estado de ánimo, se comporta de manera más agresiva o irritable, se aísla, no quiere ir al colegio, etc., habla con él para intentar detectar cuál puede ser la causa de este cambio. En estos casos, es posible entrenar al niño en estrategias que le ayuden a mejorar sus habilidades sociales e integrarse mejor en el grupo, y en algunos casos puede ser beneficioso solicitar ayuda profesional que nos guíe en esta labor. En estos casos también puede ser muy necesario ponernos en contacto con los profesores para poder comunicarles nuestras preocupaciones y recibir información acerca de lo que está sucediendo en el colegio. Cuanto antes se detecte el problema, más sencilla será probablemente su solución.

Esperamos que estas pautas te permitan ayudar a tus hijos a crecer socialmente y a que vean a los demás no como una amenaza o una fuente de preocupación o conflicto, sino como lo que deberían ser la mayor parte del tiempo: una fuente de disfrute y de aprendizaje.


Irene Fernández Pinto

Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).


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