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Reseña de las Jornadas Críticas de Psicología

Los pasados 22 y 23 de septiembre tuvieron lugar las Jornadas Críticas de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid. Estas jornadas tuvieron como objetivo reunir a profesionales de la Psicología con el fin de reflexionar acerca de los problemas que enfrenta actualmente nuestra disciplina, como son el alejamiento de la metodología científica o la intrusión (y la “extrusión”) profesional.

Durante estas jornadas se abordaron interesantes cuestiones tales como el cerebrocentrismo en Psicología, la eficacia de la terapia, los criterios utilizados para valorar la calidad de las investigaciones, la divulgación psicológica o la ética en nuestra profesión.

Algunas de las soluciones que se plantearon en este foro para mejorar la calidad del trabajo de los psicólogos y el prestigio de nuestra disciplina vinieron de la mano de Eparquio Delgado:

  • hacer esfuerzos por aclarar en qué consiste la Psicología y la figura del psicólogo;

  • mantenernos en contacto con la sociedad sin meternos en una burbuja profesional o investigadora que ignore la forma en que los términos y conceptos se entienden de manera popular;

  • dar respuestas a los problemas que la sociedad nos demanda y que, de lo contrario, serán “respondidas” por charlatanes o por psicólogos que practican pseudoterapias;

  • explicitar en el grado universitario cuáles son las bases teóricas sobre las que se sustentan los contenidos de cada asignatura, y hacer patente para el alumno esta diversidad de modelos;

  • fortalecer la relación entre la teoría y la práctica profesional;

  • mejorar la calidad de la divulgación en Psicología;

  • hacer cumplir el código deontológico y promover medidas efectivas contra el intrusismo y la mala praxis;

  • combatir mitos pseudocientíficos;

  • explicar cuáles son los límites de la intervención psicológica y qué tipo de problemas son nuestra competencia.

A nuestro parecer, el punto álgido de las Jornadas fue la intervención de María Xesús Froján, quien insistió en la necesidad de estudiar no solo “qué” funciona sino “por qué” funciona la terapia psicológica. En otras palabras, ir más allá de la investigación acerca de la eficacia y analizar los procesos que dan lugar al cambio psicológico, pues se trata de enfoques de investigación complementarios. Señaló que tan importante es investigar el éxito terapéutico como el fracaso.

Defendió que el análisis de la eficacia en terapia es el enfoque más habitual y esto está motivado en gran medida por los intereses farmacéuticos, teniendo en cuenta además que para el usuario puede resultar más cómoda la medicación como forma de “solución” rápida a sus problemas frente al trabajo que implica la terapia. Este enfoque se ha visto reforzado por la necesidad de las compañías aseguradoras de disponer de datos para seleccionar las intervenciones que les resulte rentable ofrecer a sus asegurados.

En este tipo de análisis de eficacia, las terapias cognitivo-conductuales suelen ser las mejor paradas, lo cual puede provocar que se diluya la (ya insuficiente) autocrítica de los profesionales que las aplican. Además, esto ha motivado el desarrollo de guías de tratamiento protocolizadas para cada “trastorno” psicológico partiendo un modelo médico y cerebrocentrista en el que se plantea el problema psicológico como un conjunto de síntomas que denotan una causa subyacente que no ha sido probada (en lugar de como resultado de la interacción entre la persona y su contexto).

Ante esta situación, debemos recordar que los psicólogos contamos con una herramienta que nos es única y exclusiva: el análisis funcional de la conducta, que permite realizar un análisis individualizado de cada caso atendiendo a los procesos de aprendizaje que mantienen el problema. Cuando se emplea este enfoque se encuentra que, pese a que existen centenares de procedimientos y técnicas distintos, en realidad existen muy pocos procesos de cambio psicológico: “estamos haciendo más de lo mismo”.

La terapia psicológica debe centrarse en encontrar las secuencias de aprendizaje que hacen que los tratamientos funcionen de verdad, independientemente del “envoltorio de regalo” o paquete de técnicas concreto que se quiera emplear para adecuarlo a la persona y sus circunstancias concretas. Estos procesos de aprendizaje suceden aunque las personas que los aplican no sean conscientes de ellos, por lo que no debe extrañar que distintos planteamientos terapéuticos (e interacciones humanas de otro tipo) puedan generar cambios. El psicólogo es el profesional que genera este cambio a propósito utilizando estos procesos de forma deliberada y no incidental.

En resumen, debemos investigar primero los procesos de cambio y después los resultados. La eficiencia de las intervenciones también es esencial, pues no es ético manipular el problema para cronificarlo ni escuchar sin dar soluciones, aprovechándose de que es lo que la persona demanda en algunas ocasiones.


Irene Fernández Pinto

Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).


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