Mi hijo/a se toca los genitales, ¿cómo debo reaccionar?
Hablar sobre sexualidad infantil es un tema incómodo para muchas personas, e incluso tabú. Hay quienes pensarán que no tiene sentido hablar de sexo antes de la adolescencia, pero la realidad es que la sexualidad, en sus formas más incipientes, comienza a desarrollarse desde los primeros meses de vida en los que el niño comienza a explorar su cuerpo, a identificar las sensaciones que le produce, a conocer sus gustos y necesidades, a mantener contacto físico con otras personas, etc.
Al igual que sucede con otros tabúes, precisamente por ser algo de lo que no se habla de manera clara y abierta es un tema rodeado de mitos y desconocimiento que nos hacen sentir incómodos. Esto dificulta que reaccionemos de forma sana, fundamentada y eficaz. En cambio, contar con la información correcta nos ayudará a reaccionar de manera constructiva y a identificar cuándo estos comportamientos se pueden convertir en un problema.
¿Por qué los niños empiezan a tocarse los genitales desde tan pequeños?
La respuesta a esta pregunta es evidente si tenemos en cuenta que la masturbación (incluso en sus formas infantiles más simples y exploratorias) es el acto de estimular las zonas erógenas, es decir, aquellas partes de nuestro cuerpo que nos generan placer. Por tanto, es natural que a medida que el niño o niña comience a explorar y a descubrir su cuerpo, desarrolle cierta preferencia por estimularse aquellas zonas que le resultan más agradables.
Este tipo de comportamientos comienza desde los primeros meses de vida y se acentúa con la retirada del pañal, momento en que los genitales (que son las zonas del cuerpo más sensibles a esta estimulación) quedan más accesibles. Esto es algo perfectamente normal y habitual. Además, debemos entender que en este momento, el niño pequeño no tiene ninguna conciencia de lo que está haciendo, no le dota del mismo contenido o significado que un adulto y no sabe valorar cuándo es una conducta socialmente apropiada y cuándo no: esto es lo que debe ir aprendiendo de manera gradual y adaptada a su edad.
Dado que en nuestra cultura la desnudez y la sexualidad suelen considerarse aspectos privados e íntimos, lo habitual es que los niños vayan asimilando esta forma de experimentarlas y que en torno a los 6 años dejen de estimularse en público, guiados por los adultos. A partir de ahí, muchos niños y niñas continuarán estimulándose, con distinta frecuencia y forma, en su intimidad, mientras que otros irán abandonándolo por motivos muy diversos, entre ellos la presión de los adultos.
¿Qué función cumple la autoestimulación?
Podríamos pensar que la tendencia de los niños a tocarse o estimularse no es más que un “accidente”: descubren que algo les gusta y lo repiten, sin que ello tenga mayor utilidad ni importancia. Sin embargo, estos primeros contactos de los niños con su propio cuerpo son importantes y la manera en que lleven a cabo este aprendizaje puede influir en su salud sexual y en su autoestima en la edad adulta.
Se trata de una buena oportunidad para comenzar a descubrir y conocer su propio cuerpo, y en particular sus genitales. También es un buen momento para ir explorando distintas sensaciones, que serán la base para desarrollar, posteriormente, las habilidades y los reflejos que conformarán su respuesta sexual madura en la edad adulta.
Tengamos en cuenta que muchos problemas sexuales adultos son resultado de malos aprendizajes (o ausencia de aprendizajes) en esta área y, como consecuencia, muchas personas se ven obligadas a “reaprender” su sexualidad cuando son adultas, con más dificultad y frustración. Así, por ejemplo, algunos hombres experimentan eyaculación precoz como resultado de un aprendizaje apresurado de la masturbación “para que no les pillaran” cuando eran adolescentes. Por su parte, las dificultades de excitación y orgasmo que experimentan algunas mujeres con frecuencia son resultado de un escaso autoconocimiento que les ha impedido aprender cómo funciona y ante qué responde su cuerpo.
Por ello, permitir que los niños y adolescentes tengan espacios y tiempos apropiados para conocerse puede ser algo muy saludable para su desarrollo. Igual o más importante será que los adultos, en particular los padres, muestren una actitud natural y disponible hacia estos temas, respondiendo con claridad y sencillez a las preguntas que les planteen sus hijos. Mostrarnos cómodos y relajados (aunque firmes en nuestras pautas) facilitará que los niños confíen en nosotros y que nos consulten cuando tengan problemas o necesiten información, en lugar de recurrir a fuentes menos fiables y más peligrosas como Internet.
Esto es particularmente importante en el caso de las niñas ya que, como se explica en este interesante vídeo, la forma en que nos referimos a la sexualidad de las mujeres y la forma en que estas la experimentan no es igual que en el caso de los varones, y les dificulta tener una relación sana con su cuerpo. A esto se suma que los genitales femeninos son menos evidentes, accesibles y llamativos que los masculinos, lo cual supone en sí mismo una mayor dificultad para conocerlos y, por tanto, una mayor necesidad de ello.
¿Cómo podemos reaccionar cuando les vemos tocarse?
Afortunadamente cada vez quedan más lejos los mitos acerca de la masturbación como un comportamiento desadaptado, sucio, insano, obsesivo o patológico y vamos tomando conciencia de que se trata de un comportamiento generalmente inocuo e incluso beneficioso para nuestra salud y nuestro bienestar. Por tanto, lo primero que debemos tener claro para reaccionar de manera adecuada es que estamos hablando de comportamientos que son normales, comunes y que forman parte del desarrollo y aprendizaje humanos.
Por tanto, debemos actuar como con tantos otros comportamientos normales del desarrollo infantil. Igual que les enseñamos a permanecer despiertos durante las clases, a comer en cantidades moderadas y evitar alimentos poco sanos, a vaciar sus esfínteres en el cuarto de baño, a esperar su turno de palabra antes de hablar… nuestro objetivo será que aprendan a conocer y a explorar su cuerpo en los momentos y lugares apropiados, de forma sana y segura y sin que interfiera con otras actividades importantes de su vida.
Por ello, cuando observamos que se están estimulando en situaciones o momentos inadecuados, podemos seguir estas recomendaciones:
Mantén la calma: Recuerda que se trata de un comportamiento infantil normal y que el niño está aprendiendo. Reacciona con la misma normalidad que si estuvieras explicándole que no debe comer entre horas o que debe dormir en su cama. Verte reaccionar de manera tranquila y natural evitará que el sexo se convierta en un tema ansiógeno y tabú y facilitará que en el futuro acuda a ti con dudas o problemas, en lugar de a otras fuentes menos fiables.
No regañes ni castigues: Como ya explicamos en otra entrada, el castigo no es la mejor manera de cambiar los comportamientos de los niños (ni de los adultos). Es más eficaz buscar otras alternativas como, por ejemplo, distraer a los niños más pequeños con otra actividad o explicarles que aunque su comportamiento es normal, no son las circunstancias adecuadas. Regañar a los niños contribuye a que asocien su cuerpo y su sexualidad con emociones negativas, como la culpa y la vergüenza, lo cual puede tener efectos muy indeseados más adelante en su vida.
No prestes mucha atención: A los niños les gusta que les hagan caso y que les “rían las gracias”. Y la forma de conseguir esto a veces consiste en escandalizar o enfadar a los adultos. Si tu hijo observa que tocándose consigue más atención, aunque sea en forma de regañinas o malas caras, es posible que lo haga cada vez con más frecuencia, que es justo lo contrario de lo que pretendías.
No te refieras a su cuerpo o al sexo como algo sucio: Cuando le expliques por qué su comportamiento no es adecuado, evita referirte sus genitales como algo sucio, especialmente en el caso de las niñas. Ayúdalas a entender que el olor de sus genitales es normal y que no tiene nada que ver con la falta de higiene, ya que esto les evitará complejos más adelante. Explica por qué ese comportamiento no es adecuado aquí y ahora, pero evita referirte a él como algo malo en general o hacerle sentir vergüenza o culpa por lo que está haciendo.
Habla sobre sexo con ellos desde temprano: Evidentemente de manera progresiva y adaptada a su edad y el nivel de comprensión, dando solo aquella información que te vaya pidiendo o que vaya siendo oportuna en cada momento. No esperes a que sea mayor para hablar de sexo: comienza nombrando sus genitales igual que le enseñas a nombrar otras partes de su cuerpo, responde sus dudas acerca de las cosas que ve u oye en el colegio, comenta los contenidos que veis en la televisión y que puede no estar entendiendo bien, etc.
No espíes: Como madre o padre, es lógico que quieras (y debas) estar informado de lo que hacen tus hijos. Sin embargo, a medida que se van haciendo mayores, también es sano ir dándoles cada vez más espacio para la intimidad. Para que esta intimidad sea segura, es importante que compartáis momentos comunes, os comuniques abiertamente y habléis de los riesgos que puede enfrentar. Pero si estás demasiado pendiente o intentas “pillarle in fraganti”, lo notará y le afectará negativamente.
Comunícate con sus profesores y con otros familiares: Cuando estos comportamientos se den en público o en situaciones en que tú no estás presente, otras personas intentarán participar y reaccionar de la forma que creen mejor, aunque no siempre sea la más adecuada. Si su profesor te comenta este tema, es importante que puedas hablar con él abiertamente, explicarle cómo lo estás gestionando y poneros de acuerdo para tener una forma similar de abordarlo. Otros familiares es posible que también intervengan. En este caso, asegúrate de que reaccionan de manera saludable, sin regañar ni avergonzar, y si no fuera así, explícales con claridad y firmeza cómo te gustaría que actuaran en el futuro (por ejemplo, ignorando el comportamiento o diciendo “Ahora no es el momento de hacer eso” y proponiendo otra alternativa).
¿Cuándo se convierte en un problema?
Todos los comportamientos (p. ej., comer, dormir, hablar…), por normales y habituales que sean, pueden acabar convirtiéndose en un problema en ciertas circunstancias. La clave para saber si un comportamiento es un problema es analizar las consecuencias que está teniendo o las que podría tener si se mantiene. Aquí tienes algunas claves:
Irritación o dolor en la zona: En ocasiones, debido a la frecuencia con la que el niño se estimula o al material con el que lo hace (p. ej., se frota contra algún material duro o áspero) puede generarse irritación o hacerse daño. Cuando esto suceda, es bueno explicarle lo que está pasando y cómo se está lastimando y evitar que lo siga haciendo de la misma manera o con tanta frecuencia. No está de más una visita al pediatra para comprobar que no se ha hecho ningún daño importante.
Infección de orina: Debido a la proximidad física entre el sistema urinario femenino y sus genitales, cuando se produce una infección de orina en las niñas a veces esto provoca que se toquen o estimulen con más frecuencia. Si sospechas que este puede ser el caso, acude al pediatra para que revise que todo está bien.
Busca llamar la atención: Si el niño observa que estimulándose en público consigue la atención de los adultos (aunque sea en modo de enfado o regañina), es posible que recurra a ella siempre que desee llamar la atención. En estos casos, ignorar al niño siguiendo las pautas que comentábamos anteriormente puede ser lo más indicado. A cambio, asegúrate de prestarle atención cuando esté haciendo otras cosas que sí son adecuadas (p. ej., jugando, leyendo, cooperando con un hermano…).
La masturbación es constante: Si tu hijo se masturba o estimula varias veces al día cada día, dedicándole un tiempo o una atención excesivos, puede ser aconsejable tomar medidas para reducir los tiempos que dedica a tocarse. En algunos casos esto puede deberse a que el niño está excesivamente tenso y utiliza la masturbación como un medio para relajarse, por lo que puede ser útil enseñarle otras vías para conseguir este fin (p. ej., masajes corporales, respiración abdominal, deporte, hablar con él sobre aquello que le preocupa…). Otras veces puede deberse a que el niño se aburre y tiene pocas fuentes de estimulación, por lo que recurre a lo más accesible y conocido. Si crees que este es el caso, intenta proponerle y favorecer otras actividades atractivas para él y prémiale por animarse a hacer cosas nuevas.
Deja de lado otras actividades importantes: Si observamos que la masturbación está empezando a jugar un papel demasiado central en la vida de nuestro hijo y que se aísla de otros niños, no juega, no dedica suficiente tiempo a los deberes escolares, no se relaciona con otros miembros de la familia, etc. también se trata de un problema que podremos abordar siguiendo las pautas anteriores.
Si deseas conocer más sobre este tema y saber qué esperar en cada una de las etapas del desarrollo psicosexual de tu hijo o hija te animamos a consultar estos Estándares de Educación Sexual para Europa elaborados por la Organización Mundial de la Salud.
Confiamos en que estas pautas te ayuden a favorecer un desarrollo sexual y social saludable en tus hijos, aunque sabemos que no siempre es posible reaccionar bien ante todos los desafíos que nos ponen los niños, que saben cómo sorprendernos y tomarnos desprevenidos. Si estas indicaciones no son suficientes y necesitas que hagamos una valoración individualizada de tu caso y que te proporcionemos pautas específicas, contacta con nosotros.
Irene Fernández Pinto
Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).