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13 señales de que tu terapia no va bien

Afortunadamente ir al psicólogo es una práctica cada vez más normalizada, por lo que actualmente existe más información sobre qué tenemos derecho a esperar cuando acudimos a la consulta. Sin embargo, y por desgracia, todavía existen algunos “profesionales” que se aprovechan del desconocimiento que ha reinado durante bastante tiempo sobre esta profesión y de la confianza que depositan en ellos los clientes para utilizarlo en su propio beneficio o relajarse con respecto a su práctica profesional.

En esta entrada te ofrecemos algunas claves que te ayudarán a detectar si tu terapia está siendo beneficiosa y productiva o si, por el contrario, es conveniente que cuestiones el trabajo que estás haciendo con la persona que te atiende. Si te saltan las alarmas, no dudes en hablar francamente con tu terapeuta para conocer su punto de vista o en pedir una segunda opinión a otro profesional que te inspire confianza.

1. No es un psicólogo especializado en terapia

En la actualidad hay muchas personas que se dedican a prestar asesoramiento “psicológico” a otros. Muchas de ellas no reúnen la cualificación necesaria, y por tanto carecen de herramientas y conocimientos suficientes. El psicólogo es el profesional especialista en comportamiento humano y por tanto es la persona capacitada para explicar, predecir y modificar la conducta, emociones y pensamientos. Los psicólogos sanitarios y clínicos son especialistas en utilizar estos conocimientos en consulta (ten en cuenta que muchos psicólogos se dedican a otros ámbitos, como el laboral o el educativo, diferentes de la terapia).

Un terapeuta que no tenga estudios de Psicología no contará con todas las herramientas necesarias para ayudarte de manera eficaz, fundamentada y rigurosa y para seleccionar las técnicas que han demostrado ser útiles y descartar aquellas que puedan ser dañinas para ti.

2. Sus actuaciones no tienen una fundamentación científica

La Psicología es una profesión de carácter científico y por ello los profesionales que la ejercen deben basar sus actuaciones en el cuerpo de conocimientos científicos acumulados por esta disciplina durante muchas décadas. Lamentablemente todavía existen terapeutas que no basan su práctica en la evidencia sino que optan por otro tipo de enfoques sin eficacia demostrada.

El paradigma cognitivo-conductual es el que ha obtenido más respaldo de la comunidad científica hasta la fecha, por lo que conviene asegurarte de que tu terapeuta trabaja dentro de este marco y aplica técnicas de eficacia probada partiendo de un análisis individualizado de tu caso.

3. No escucha activamente o habla demasiado sobre sí mismo

Tu psicólogo deberá ser una persona con capacidad de escucha, que preste atención a lo que le cuentes y que retenga esta información para poder utilizarla en tu beneficio. Esta escucha es importante durante toda la terapia pero es esencial durante las primeras sesiones de evaluación, momento en que deberá prestar atención a lo que le cuentes haciéndote preguntas pertinentes para entender bien tu situación y cómo te afecta.

Desconfía si tu terapeuta dedica poco tiempo a escucharte, ignora tu punto de vista sobre el trabajo que hacéis, no recuerda información importante que le transmites de una sesión a otra, muestra aburrimiento durante la sesión o hace comentarios o preguntas inoportunos o que denotan desinterés.

Las autorrevelaciones (informaciones que ofrece el terapeuta sobre sí mismo) son un recurso que puede ser utilizado en algunos momentos de la terapia pero siempre con una finalidad concreta de ayudarte y con medida, ya que tú eres el protagonista de tu terapia. Un terapeuta no es un modelo a seguir que debamos imitar en nuestra vida, sino un guía que utiliza sus conocimientos técnicos para ayudarte a conseguir los objetivos que tú te marques.

4. No explica sus decisiones y pautas y no responde a tus preguntas

Ir al psicólogo no es una cuestión de fe, igual que no lo es en el caso de otros profesionales. El psicólogo cuenta con una serie de conocimientos y estrategias para solucionar tus problemas y deberá ser capaz de explicarte de forma sencilla, comprensible y lógica por qué te sugiere las pautas o técnicas que te plantea en cada momento.

Es posible que puntualmente pida tu confianza para aplicar cierta estrategia aunque te cueste entenderla o confiar en su eficacia, pero siempre deberá haber una razón de peso y fundamentada detrás de cada una de sus actuaciones, que deberán converger con las buenas prácticas profesionales y los conocimientos científicos disponibles sobre tratamientos psicológicos eficaces para solucionar tu demanda.

5. Minimiza tu problema o propone soluciones simplistas

Las pautas o estrategias terapéuticas no siempre tienen que ser complejas, es más, en ocasiones cambios sencillos pueden dar lugar a resultados sorprendentes con menos esfuerzo del que habíamos anticipado. Un buen psicólogo hará lo posible por encontrar la vía más sencilla y rápida para dar soluciones a tus problemas.

Pero sencillo no es simplista. Tu psicólogo deberá comprender que por simple o pequeño que pueda parecer tu problema en ojos ajenos, es importante para ti y te supone esfuerzo abordarlo por ti mismo. Consejos simplones del tipo “Deja de preocuparte”, “Lo que te hace falta es dormir más”, “Si tuvieras pareja se solucionarían todos tus males”, “Deja de quejarte tanto y sal a vivir”, “Fíjate en lo positivo que tienes en tu vida”, “Si adelgazaras se resolverían tus problemas”… no son suficientes, e incluso pueden ser contraproducentes.

Un buen psicólogo te indicará gradualmente pasos a seguir para que puedas hacer los cambios que te cuestan. Aunque debes recordar que ningún psicólogo puede hacer por ti esos cambios: tú eres el principal responsable de tu proceso.

6. Crea más problemas de los que soluciona

Una señal de alarma importante es notar que a medida que avanza la terapia nos encontramos con más problemas, confusión o malestar que cuando empezamos. Es verdad que durante la terapia a veces nos damos cuenta de que, ahora que nos sentimos mejor o tenemos otras prioridades, nos empezamos a plantear ciertas cosas de otra manera. En otras ocasiones, el psicólogo puede señalarnos algunos aspectos que considere problemáticos o que guardan una relación con el problema por el que acudimos (relación que deberá explicarnos). En estos casos, es posible que surjan nuevas demandas o que se nos “remuevan” cosas que antes pasaban desapercibidas.

Sin embargo, esto debe ser la excepción y no la regla y siempre debe producirse sobre la base de un avance en los objetivos que habíamos planteado al inicio de la terapia. Nuestro psicólogo debe ser capaz de explicarnos lo que está pasando y debemos notar que estamos avanzando hacia nuestro bienestar.

Un psicólogo que insista en abordar objetivos que no son importantes o deseables para ti, que te genere nuevos problemas o que los complique en vez de solucionarlos no está actuando de manera ética.

7. La terapia no termina nunca

Otro problema que lleva a muchas personas a desconfiar de los psicólogos, a veces como consecuencia del anterior, tiene que ver con que muchas terapias se alargan en exceso, a veces indefinidamente.

Un buen psicólogo hará una buena planificación del tratamiento y buscará aquellas estrategias que sean más eficaces y eficientes para lograr el cambio que plantea el cliente en el menor tiempo posible. El proceso terapéutico puede alargarse más o menos dependiendo de la complejidad y de la cantidad de objetivos a abordar, así como de la motivación y la colaboración del cliente o de circunstancias ajenas a la terapia que puedan producirse. Sin embargo, son raras las terapias eficaces que se alargan más allá de un año, y cuando esto sucede suele existir una sensación clara de haber avanzado y logrado objetivos (o hay una razón evidente y ajena al control del terapeuta de por qué esto no ha sido así).

El psicólogo no debe convertirse en un profesional “de cabecera” a quien acudimos para desahogarnos o cada vez que pasamos por una mala racha. Por el contrario, es un profesional que nos entrenará en aquellas habilidades que nos falten o nos ayudará a encontrar los recursos sociales o personales que nos sean útiles para poder funcionar bien y estar a gusto con nuestra vida sin seguir necesitando de su ayuda en el futuro.

8. Se centra en el pasado, en vez de en el presente y el futuro

Un signo claro de que estamos realizando una terapia poco eficaz es que dedicamos un tiempo excesivo a dar vueltas a acontecimientos pasados de nuestra infancia o adolescencia sin dedicar apenas tiempo a identificar qué estrategias pueden sernos útiles para estar bien ahora o para planificar adecuadamente nuestro futuro.

Es verdad que conocer el pasado nos puede ayudar a entender mejor nuestra historia de aprendizaje, y por ello es normal que tu psicólogo te pregunte por ello. En ciertas ocasiones, si ha existido una situación dolorosa o complicada, puede ser necesario volver a ella para trabajarla y que deje de “perseguirnos”. A pesar de ello, un buen profesional dedicará la mayor parte de sus esfuerzos a conocer cómo es tu día a día y a darte soluciones prácticas y concretas para mejorar tu bienestar en el presente y alcanzar tus objetivos.

Si sientes que la terapia consiste en dar vueltas en círculo a lo mismo sin llegar a conclusiones o a soluciones, o que tu terapeuta no te plantea ejercicios o estrategias concretos que aplicar en tu vida, plantéate un cambio, ya que además de perder el tiempo es posible que te acabes sintiendo peor y dando excesivas vueltas a las cosas.

9. Te hace sentir mal contigo mismo o sales mal de las sesiones

Cuando una persona acude a terapia lo hace normalmente con un interés en mejorar y sentirse bien con su vida y consigo mismo. Por ello, lo lógico es esperar que ir al psicólogo sea una experiencia agradable que nos lleve a aumentar nuestras habilidades y a sentirnos mejor con nosotros mismos.

Es posible que haya momentos puntuales del proceso en los que enfrentarte a ciertas cosas te genere cierto malestar o te cueste más, pero esto debe ser algo puntual. Tu psicólogo deberá ser una persona que te respete y te haga consciente de tus capacidades y habilidades, así como de tus posibilidades para mejorar. Si te sientes peor yendo a terapia que antes o si tu terapeuta te transmite una imagen muy negativa de ti mismo, plantéate cambiar de profesional.

10. Te aleja de tus seres queridos

Las relaciones sociales son una parte esencial de una vida plena y saludable. Por ello, generalmente tu psicólogo te ayudará a mejorar la calidad de tus relaciones e incluso es posible que te anime a comenzar otras nuevas.

Es verdad que como consecuencia de los cambios en terapia a veces nos alejamos de algunas personas (p. ej., decidimos romper nuestra relación de pareja, tomar distancia con ciertas amistades, etc.). Pero esto debe ser una decisión nuestra. Tu terapeuta no debería insistirte para que rompas ciertas relaciones en contra de tu voluntad, ni tampoco insultar o descalificar a tus seres queridos durante la terapia.

11. Cruza la línea profesional

Durante la terapia ponemos nuestra confianza y nuestra intimidad en manos de otra persona y es normal que desarrollemos simpatía y afecto por ella, máxime cuando está siendo empático con nosotros y prestándonos tanta atención y ayuda. Tu psicólogo es responsable de utilizar esta confianza y simpatía de manera responsable y en tu beneficio, y evitará entrar contigo en una relación (sentimental, laboral…) que pueda ser dañina para ti.

El Código Deontológico del Psicólogo establece que los psicólogos deberán comportarse con honestidad y responsabilidad, que evitarán aprovecharse de su situación de poder para lucrarse o beneficiarse a sí mismos o a otros y que no deberán prestarse a situaciones confusas.

Desconfía de tu terapeuta si te sugiere mantener una relación sexual o sentimental durante la terapia, si mantiene un contacto físico contigo que te incomoda, si te propone colaboraciones gratuitas de las que él se beneficie a tu costa o cualquier otro tipo de práctica similar.

12. Te juzga o te impone su propio sistema de valores

El papel del psicólogo es ayudarte a alcanzar tus propios objetivos, coincidan o no con las decisiones que él tomaría en su vida personal. Cada persona tenemos nuestras prioridades y valores, y los psicólogos evidentemente también. Un buen profesional debe ser capaz de separar sus opiniones personales de su trabajo terapéutico, en el que se convierte en una herramienta a tu disposición para ayudarte en tu camino personal (siempre dentro de la legalidad y siguiendo ciertos principios éticos y deontológicos).

Tu psicólogo no debe juzgarte ni descalificarte en función de tus actuaciones y decisiones personales. Deberá ayudarte a entender su función, a tomar decisiones saludables de acuerdo con tus propias prioridades y con criterios racionales y enseñarte estrategias para que seas tú mismo quien tomes tus decisiones y las lleves a cabo.

13. No deriva a otros profesionales

Ningún psicólogo es experto en todas las áreas, y mucho menos en otras disciplinas que son competencia de otros profesionales. Un psicólogo debe ser consciente de sus limitaciones y hacértelo saber si determina que no tiene competencias para ayudarte en algún problema concreto o si ve que su trabajo contigo no está dando resultado y no sabe cómo continuar de manera eficaz.

 

Si estás siguiendo un proceso terapéutico, esperamos que no te hayas visto identificado en los puntos anteriores y que estés en manos de un profesional competente y responsable. Si te han surgido dudas, te animamos a comentarlas con el profesional que te atiende, quien podrá darte una explicación de lo que está sucediendo y ayudarte a solucionar tus inquietudes y a valorar los avances. En ocasiones atravesamos por situaciones complicadas en terapia o por fases algo delicadas que “se nos atraviesan”, por lo que confiar en la persona que nos atiende es fundamental.

Sin embargo, si crees que tu terapeuta no está actuando de manera ética y profesional o que no tiene los conocimientos suficientes para ayudarte, no dudes en pedir una segunda opinión o en pedir ayuda a otro psicólogo que te inspire confianza.


Irene Fernández Pinto

Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).


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