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¿Cómo influyen las redes sociales en tu relación de pareja?

¿Recuerdas cuando te comunicabas con tu pareja mediante un sistema súper elaborado de toques y SMS? La forma en la que nos comunicamos y nuestro día a día en convivencia se ha transformado tanto que en la actualidad puede parecernos impensable no levantarnos con un mensaje de WhatsApp dándonos los buenos días, recordándonos los recados pendientes de ese día o enviándonos una foto de su aburrido camino al trabajo. Gestos de este tipo, que se han convertido en una parte más de nuestra cotidianidad, pueden ser una gran fuente de satisfacción o pueden ser un factor relevante en la degradación de nuestra relación.

 ¿De qué manera pueden afectar las redes sociales a nuestra vida personal? Veamos algunas de las situaciones más frecuentes en las que el uso de las redes sociales puede darnos algún que otro problemilla.

Errores de comunicación

Recordemos por un momento cómo nos comunicábamos hace (ya muchos) años. Seguramente muchos de vosotros habréis enviado SMSs con preguntas cortas y si tu pareja te respondía con un toque significaba “sí” y si te respondía con dos significaba “no”. Este simple ejemplo puede darnos una idea de la complejidad que hemos añadido a la comunicación remota que mantenemos hoy en día. La llegada de WhatsApp y de otras redes sociales nos ha permitido transmitir todas las ideas que queramos por escrito, sin límite de caracteres. Y esto, que puede ser una herramienta muy útil y práctica si se maneja de forma adecuada, ha llevado a grandes desastres amorosos y comunicativos. Cuando uno establece un código de comunicación fácil y sintético (como el de los toques) es difícil que el mensaje llegue a nuestro interlocutor distorsionado. Sin embargo, cuando el mensaje es complejo, pero el formato en el que se envía es puramente escrito, dejamos de lado mucha parte de la información relevante que manejamos en la comunicación cara a cara: el tono, gestos, gesticulación... Y esta pérdida de información muchas veces se “rellena” con otra información basada en nuestras experiencias pasadas, en nuestro estado de ánimo presente e incluso en nuestra imaginación, llegando a conclusiones que pueden estar muy alejadas de lo que realmente nos pretendía transmitir nuestra pareja.

Del mismo modo, muchas veces se puede caer en ser poco claros porque, precisamente al no incluir elementos como el tono o la gesticulación, nuestras palabras en vacío nos parezcan demasiado duras o directas. Y al tratar de adaptar el mensaje, podemos caer en mandar un contenido que no refleja realmente lo que queríamos transmitir. ¿Frustrante, verdad?

 ¿Qué podemos hacer? Lo primero de todo, hay que tener claro que el uso de mensajes escritos conlleva inevitablemente la pérdida de información de otro tipo. Y, sabiendo esto, nuestro aliado más apreciado será siempre preguntar a nuestra pareja cuando creamos que algo no se ha entendido de forma adecuada. Cuántas peleas podría evitar un ¿a qué te refieres con…? a tiempo. Y además de esto, tratar de ser lo más claros posibles en nuestros mensajes podrá ayudarnos a la hora de transmitir realmente lo que queremos decir. Si normalmente es difícil que los demás puedan adivinar lo que estamos pensando o lo que queremos... ¡mucho más difícil es todavía cuando ni siquiera nos están viendo! Por último, procura que la comunicación cara a cara, sobre todo de cosas importantes, gane terreno si es posible a la comunicación escrita.

Interpretar ciertas conductas (o ausencia de ellas) como señales del rumbo de la relación

Hoy en día, el ramo de rosas y los bombones han sido desterrados por los mensajes bonitos. Como todo, esto no tiene por qué ser un problema en sí mismo. ¿Cuándo puede comenzar a ser un problema? Cuando se establecen una serie de patrones de cómo y cuándo debe contestar mi pareja a mis mensajes y, si no es así (y esto es lo más importante) me preocupo, lo paso mal, pienso que algo no va bien e incluso llego a pensar que quizás no me quiere o ya no es lo mismo… El hecho de que nuestra pareja pueda recibir un mensaje mío de forma inmediata no quiere decir que tenga la obligación de contestarlo inmediatamente. Y el hecho de que no conteste de forma inmediata no quiere decir que no nos quiera o que algo vaya mal, necesariamente. De hecho, puede suceder que la otra persona conteste a otros grupos que compartáis, o a otras personas antes, sin que eso implique un problema en la pareja. Pensemos por un momento en cuántas cosas hacemos o nos pasan a lo largo del día: trabajo, amigos, transporte público, coche, niños, compra, tareas de la casa, autocuidado, pareja... Todo esto tiene un espacio en la vida de cada uno, sin que esto tenga por qué significar si queremos más o menos a nuestra pareja. Por tanto, no es adecuado sacar conclusiones tan generales sobre los sentimientos de alguien a partir de un hecho tan concreto como contestar antes o después a un mensaje, porque la probabilidad de equivocarte con esas conclusiones es muy grande.

En este sentido, es importante aprender a gestionar la información que nos proporcionan las redes sociales que utilizamos en la actualidad. El leído de Instagram o el doble tick de WhatsApp son ejemplos de cómo la propia red social nos informa de cuándo ha leído la otra persona el mensaje, al igual que la hora de última conexión. Ante este tipo de señales, es posible que aparezcan pensamientos del tipo “¿Por qué no me contesta?”, “¿Qué estará haciendo?” o incluso conclusiones del tipo “Parece que lo que está haciendo es más importante que yo”. Pero como veíamos, estas conclusiones no están fundamentadas en evidencias sólidas pues, ¿cómo puedo deducir que a mi pareja no le importo, a nivel general, porque en un momento del día esté más ocupada para contestar? De hecho, ¿no es algo que nos pase a todos, que muchas veces no puedas contestar algunos mensajes sin que eso signifique que no te importa la otra persona? Es muy posible que este tipo de conductas terminen generando mucha ansiedad y angustia, tanto para el miembro de la relación que espera que le contesten inmediatamente, como para el otro miembro que sentirá la obligación o la presión de estar constantemente pendiente para contestar de forma inmediata (sobre todo si el hecho de no hacerlo lleva asociado un potencial enfado de la otra persona).

Algo que sucede cada vez con más frecuencia es el hecho de utilizar estas señales que proporcionan las redes sociales para lanzar un mensaje a la otra persona: “te he leído, pero no te voy a contestar”. Esto, que es una forma de comunicación que trae muchos problemas por incompleta y poco clara, difícilmente os ayudará a conseguir vuestros objetivos: seguramente la otra persona no descubra qué es lo que quieres, posiblemente se sentirá mal y, a la larga, es probable que tú también acabes sintiéndote mal por alguna de las razones anteriores. Otras veces, sencillamente la persona no ha podido contestar a nuestro mensaje a pesar de haberlo leído y se interpreta que trata de enviarnos este mismo mensaje (“te he leído, pero no te voy a contestar”) cuando no hay ninguna intencionalidad más allá y somos nosotros quienes hacemos una lectura inadecuada. En cualquiera de los dos casos, el antídoto es el mismo: quedarnos con la literalidad y no dar más importancia a estas señales. Si la otra persona no quería mandar ese mensaje y el receptor no le ha dado más importancia, no se creará ningún problema. Si, por el contrario, la otra persona sí que trataba de enviar ese mensaje, la mejor forma de gestionar la situación sería no interpretarlo de esa forma, ignorando esta estrategia de comunicación pasivo-agresiva y obligando a la otra persona a utilizar otras formas de comunicación más asertivas y respetuosas. Asimismo, si nos damos cuenta de que somos nosotros los que estamos utilizando este tipo de estrategias, quizás lo mejor sería tratar de aprender formas más asertivas de transmitir lo que queremos decir o pedir, de forma que se reduzca la posibilidad de que haya malas interpretaciones, chantajes emocionales o se estropee la relación con los demás.

Por tanto, si detectas que te está sucediendo algo parecido recuérdate a ti mismo que es normal que cada persona decida cuándo puede o quiere contestar un mensaje, sin que ello esté directamente relacionado con cuanto quieres o no a esa persona. Además, es positivo tener la confianza y la tranquilidad de no tener que dejar todo lo que estés haciendo para contestar a tu pareja y que eso no lleve a conflicto con ella. El mejor antídoto contra este tipo de situaciones siempre será tratar de mantener una comunicación clara y adecuada con tu pareja, tratando de ser lo más asertivos posible.

Como veis en la siguiente imagen, es importante que cada miembro de la pareja tenga otros aspectos de su vida independientes de la relación (ocio, trabajo, amistades, familia...), además de compartir y construir una vida en común que englobe todas las cosas que hacéis y vivís juntos. Esta es una forma de establecer los límites entre mi vida, la vida de mi pareja y la vida que compartimos.

Compartir absolutamente todo lo que hacemos con nuestra pareja, incluido el contenido de nuestras redes sociales

Al hilo de la imagen anterior, un error muy común que lleva a dificultades dentro de las relaciones se fundamenta en la idea de debemos compartir con nuestra pareja todo lo que nos sucede, incluido lo que hacemos en nuestras redes sociales. Muchas veces nos encontramos en consulta con parejas que se revisan el móvil el uno al otro o comprueban de vez en cuando las redes sociales del otro miembro. Este tipo de conductas, además de fomentar que aparezcan sentimientos de inseguridad respecto a la pareja, suponen una invasión de la intimidad e independencia de la otra persona. Además, nuestra vida está en constante construcción, lo que quiere decir que todo el rato nos están pasando cosas. Por tanto, es fácil caer en el círculo vicioso de inseguridad → compruebo el móvil de mi pareja / miro su Instagram o Facebook en busca de evidencias → me tranquilizo a corto plazo PERO al día siguiente vuelve a aparecer esa inseguridad. Y así, poco a poco, voy invadiendo el espacio personal de mi pareja y alimentando mis miedos.

 De hecho, son este tipo de conductas las que muchas veces incrementan el malestar dentro de la pareja funcionando como detonante de discusiones, malos entendidos... Como veíamos, es importante para que una relación funcione bien que ambos miembros puedan tener su individualidad. Es precisamente ese mundo desconocido por explorar lo que genera muchas de las emociones que experimentamos en los primeros momentos de una relación. Y, más adelante, el enriquecimiento individual y personal de cada miembro de la relación será también un territorio por explorar y del cual aprender, que podrá enriquecer del mismo modo la relación. Es por ello que no hay que tener miedo a esta parte independiente de cada persona. Aun así, si creéis que os está pasando algo parecido y os veis a vosotros mismos o a vuestra pareja llevando a cabo estas conductas, no dudéis en hablarlo y en tratar de respetar esos espacios de cada uno, recordándoos en todo momento que ese tipo de comportamientos suelen llevar a problemas dentro de la relación. 

Uno de vosotros o ambos dedicáis mucho tiempo al uso de las redes sociales, incluso cuando estáis juntos

Puede que una parte importante de nuestro día a día esté relacionado con la interacción que mantenemos con los demás a través de las redes sociales. Podemos mostrar a todos nuestros contactos una porción de nuestra vida de forma inmediata y eso puede ser muy gratificante. Sin embargo, existe el riesgo de priorizar el mostrar a los demás lo que hago por encima de disfrutar lo que estoy haciendo, dando más importancia a lo que voy a contar, cómo lo voy a contar, cómo conseguiré más likes, sacar la mejor foto… e invirtiendo mucho tiempo y esfuerzo en esta tarea. Esto, cuando sucede en pareja, y si hay un desequilibrio en la importancia que cada miembro de la pareja le concede, puede generar conflictos. El tiempo que pasamos con nuestra pareja, medido en cantidad pero sobre todo en calidad, es un factor que influye enormemente en el grado de satisfacción que tenemos con la relación. Por ello, olvidaros de vuestras redes sociales o dejar directamente el móvil en casa cuando hacéis alguna actividad especial con vuestra pareja, puede ser una forma de centraros en disfrutar del momento presente, sin sentir la presión de cómo vais a mostrar al mundo lo que os está pasando. Si, por el contrario, es tu pareja la que tiene dificultades para despegarse del móvil en algunos momentos y es algo que está afectando a vuestra relación o que os gustaría que cambiase, puedes empezar por comunicarle tu deseo de que trate de utilizar menos las redes sociales cuando hacéis determinados planes juntos o en ciertos momentos del día (p. ej., durante las comidas), tratando de comprender que le pueda costar, sobre todo al principio, pues prácticamente el móvil ha pasado a ser una extensión de nuestro cuerpo en nuestra vida diaria.

Como veis, las redes sociales tienen muchas particularidades que hacen que sean, inevitablemente, una parte fundamental en nuestra comunicación con los demás. Tal y como vinieron, se quedaron, y lo mejor es aprender a utilizarlas de la manera más adecuada posible. Si no queremos que se interpongan entre nosotros y nuestra pareja, es requisito indispensable analizar qué uso hacemos de las mismas y tratar de mejorar aquellos aspectos que detectemos que están generando o podrían generar un conflicto. Si aun así descubrís que como pareja estáis teniendo dificultades que no sabéis cómo solucionar, podéis acudir a un profesional que os ayude a desarrollar las estrategias adecuadas para manejar estos conflictos.


Elena Gálvez Delgado

Psicóloga general sanitaria colegiada con número M-34545. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA). Miembro del grupo de investigación Acoveo.


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