El parto respetado: conoce tus derechos y las prácticas recomendadas
El pasado sábado 16 de marzo tuvimos el privilegio de participar en The Sorority Van, en su parada de Madrid, un evento organizado por un equipo de cuatro mujeres que se dedican al ámbito de la sexualidad y la Psicología. Se trató de un encuentro lleno de actividades destinadas a promover el desarrollo personal, sexual y laboral de las mujeres. Algunos de los interesantes temas abordados en este encuentro tuvieron que ver con las relaciones de pareja sanas, la autoestima corporal, la masturbación femenina, la maternidad o las mujeres emprendedoras.
Nuestra participación versó sobre la experiencia del parto y las claves que nos indican que el equipo que nos atiende lo está haciendo de manera respetuosa, alejándose de prácticas de lo que se ha denominado “violencia obstétrica”, que lamentablemente aún hacen acto de presencia en algunos paritorios y consultas ginecológicas y que en ocasiones asumimos como algo “normal” ante lo que solo cabe la resignación. En esta entrada haremos un repaso a esta cuestión con el fin de que aquellas mujeres que nos leen y que prevén experimentar un parto tengan un buen conocimiento de sus derechos y de qué pueden esperar con el fin de afrontarlo de la manera más positiva que las circunstancias permitan.
Parto, dolor e intervenciones médicas
Muchas mujeres se enfrentan al parto con temor y preocupaciones relativas tanto a complicaciones que puedan surgir como al dolor que puedan experimentar. Hasta cierto punto, estas preocupaciones son razonables, ya que parece ser que el parto es más doloroso en la especie humana que en otras especies de mamíferos. Se han planteado diversas hipótesis para explicar este fenómeno, como son las caderas más estrechas de nuestra especie para permitir la bipedestación, el aumento del perímetro craneal del bebé para albergar un cerebro mayor o el cambio a una dieta con más carbohidratos que se originó en el Neolítico.
Es importante reconocer este hecho pese a que, como suele suceder, existen importantes diferencias de unas mujeres a otras y de unos partos a otros, pues negar que exista dolor en el parto solo contribuye a promover una visión idealizada e irrealista del mismo que puede llevar a frustraciones, culpa y angustia durante y tras el parto.
Además, lo anterior podría explicar también por qué en otras épocas y lugares menos favorecidos por los avances médicos y tecnológicos las tasas de morbilidad y mortalidad maternales y perinatales son muy superiores a las nuestras. Esto parecería justificar la necesidad de practicar intervenciones médicas durante el trabajo de parto. Y así es en cierta medida, ya que se estima que en torno al 12% de los partos requiere de algún tipo de intervención médica por diversos motivos, de lo cual se deduce la enorme importancia de que los partos tengan lugar en contextos sanitarios y sean atendidos por ginecólogas y matronas profesionales. De hecho, hoy podemos decir que, gracias a los avances médicos y técnicos, dar a luz en nuestros países es una experiencia muy segura.
Sin embargo, como veremos, en las últimas décadas este optimismo sobre las intervenciones disponibles ha llevado a que se instrumentalicen los partos en una medida muy superior a la que sería deseable y a que se limite la libertad de movimiento y decisión de la mujer durante el proceso. Claro ejemplo de instrumentalización inadecuada y excesiva es la constatación en las últimas décadas de que el contacto piel con piel y el cuidado materno tiene mejores resultados de salud en bebés prematuros que las intervenciones que se estaban realizando basadas en incubadoras o radiadores de calor.
Además, esta instrumentalización excesiva transmite el mensaje de que el parto es una experiencia mucho más negativa y complicada de lo que es, lo cual aumenta el miedo de las mujeres gestantes, que aprenden a confiar en los procedimientos médicos (y a resignarse ante sus efectos adversos) como si de un problema de salud cualquiera se tratase, desconfiando de la capacidad de sus cuerpos de llevar a cabo este proceso fisiológico normal.
En consecuencia, al situar a la mujer en un rol pasivo durante el parto en vez de permitirle un papel activo, se relegan a un segundo plano diversas estrategias motoras (p. ej., posiciones y movimiento), cognitivas (la forma en que se interpreta el dolor, psicoeducación sobre el proceso, autoinstrucciones…) y fisiológicas (respiración, uso de la temperatura…), así como físicas (p. ej., masaje perineal, acondicionamiento pélvico) que la mujer podría poner en práctica para favorecer la progresión del parto, mejorar su experiencia y aumentar su sensación de control ante el mismo. Bien es cierto que algunas de estas estrategias sí se trabajan y plantean en los cursos de preparación al parto, cada vez con más frecuencia, aunque sería deseable que los psicólogos estuviéramos más presentes en este tipo de formaciones.
Violencia obstétrica
El término violencia obstétrica se utiliza para referirse a cualquier conducta, por acción u omisión, realizada por un profesional de la salud que afecte al cuerpo y a los procesos reproductivos de la mujer. Esto incluye los aspectos que comentábamos antes relativos a la medicalización e intervencionismo injustificados así como a la patologización de procesos que son naturales. También englobaría comportamientos que suponen un trato deshumanizado hacia la mujer.
La violencia obstétrica se considera el resultado de la intersección entre la violencia institucional, que se produce en algunos contextos médicos en virtud de la situación de desigualdad entre médico y paciente, y la violencia contra la mujer, y puede tener lugar durante el embarazo, el parto y el posparto, aunque también se producen actuaciones de este tipo en revisiones ginecológicas sin embarazo.
Lamentablemente no se trata de hechos anecdóticos, tal y como defienden algunos, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud ha considerado necesario abogar por el uso de buenas prácticas destinadas a promover una experiencia de parto respetuosa, cuidada y positiva para la mujer. Pero es importante destacar que cada vez hay mayor conocimiento y concienciación sobre estos temas y más equipos de profesionales sanitarios actualizados en buenas prácticas así como instalaciones adaptadas en algunos paritorios del sistema público y privado. Y precisamente por ello es tan importante que sepamos diferenciar las buenas actuaciones de las que no lo son.
A continuación enumeramos algunos ejemplos de actuaciones que muchos englobarían bajo el término de violencia obstétrica:
Practicar biopsias uterinas o puntos del parto sin analgesia, así como dar puntos del parto innecesarios y no consentidos (p. ej., “El punto del marido”).
No creer a la mujer cuando dice sentir dolor o restar importancia al mismo.
Infantilización de la mujer, por ejemplo obligándola a recibir analgesia epidural durante el parto, no ofreciéndole aquellas opciones sobre las que pueda decidir o no proporcionándole información adecuada para poder tomar estas decisiones.
Experiencias de abuso físico, como podrían considerarse la práctica de la episiotomía de manera rutinaria (en lugar de como práctica excepcional de urgencia), el uso de la maniobra de Kristeller (en particular si se hace con excesiva fuerza y sin consentimiento) o la realización de tactos vaginales frecuentes y de manera poco cuidadosa.
Exigir a la mujer que coopere o que esté callada, regañándola o humillándola si se queja o protesta.
Asumir que la mujer debe adaptarse a las preferencias del ginecólogo sobre el tipo de parto y no al revés o practicar intervenciones con el fin de terminar antes el parto por motivos organizativos del hospital o del médico y no tanto de salud.
Las consecuencias de estas y otras prácticas son diversas. La más evidente es que la experiencia de parto puede transformarse en algo más negativo, e incluso traumático, de lo que podría haber sido. Esto provoca que muchas mujeres tengan miedo al parto. También puede aumentar la probabilidad de padecer depresión o estrés postraumático posparto, con las implicaciones que esto tiene no solo en la propia mujer sino en el bebé y en su familia. Además, algunas intervenciones pueden provocar dificultades sexuales en las mujeres como, por ejemplo, dolor durante el coito.
Recordemos que las circunstancias pueden hacer que en ocasiones sean necesarias intervenciones médicas por las circunstancias que se plantean, por muy buenas prácticas que se estén siguiendo, y en este caso son bienvenidas. Por ello, es importante mantener expectativas ajustadas, pues los partos no tienen por qué ir de la manera en que se había anticipado y es importante ser flexibles para poder adaptarnos a los contratiempos de la mejor manera posible.
Precisamente por este motivo es tan importante concienciar sobre la necesidad de dar a luz en un contexto sanitario donde los profesionales y equipos están preparados para todo tipo de eventualidades, ya que lo contrario supone asumir un riesgo grave para la vida y la salud de madre y bebé. Pero también por ello es esencial que tanto los profesionales como los recursos y espacios estén adaptados a las nuevas recomendaciones y conocimientos y que el trato se realice de manera respetuosa, con el fin de que las mujeres puedan vivir este momento de la manera más positiva posible y no eviten los contextos sanitarios.
Las recomendaciones de la OMS
Consciente de esta situación, la Organización Mundial de la Salud ha llamado la atención acerca de la necesidad de reducir las instrumentalizaciones innecesarias que se realizan en los partos y de promover un trato más respetuoso. La OMS explica que en los últimos 20 años ha aumentado la cantidad de intervenciones que se realizan, hasta situarse en niveles muy superiores a lo que sería deseable, con el fin de reducir riesgos (lo cual no siempre compensa dados los efectos colaterales de dichas intervenciones) o de acelerar el trabajo de parto. La OMS insiste que si el parto está progresando adecuadamente y mujer y bebé están bien no sería necesario tomar medidas para acelerarlo. También hace énfasis en la importancia de respetar las decisiones de la mujer siempre que sea posible, de informarla sobre posibles complicaciones que puedan surgir y de favorecer que forme parte de la toma de decisiones siempre que sea posible para que mantenga el mayor control que se pueda sobre su parto.
En este sentido, en el año 2018 publicó este interesante documento con recomendaciones sobre los cuidados del parto para favorecer que se trate de una experiencia lo más positiva posible. En él se incluyen 56 recomendaciones, como por ejemplo:
Permitir que la mujer que esté acompañada por una persona de su elección durante el parto.
Prestar una atención respetuosa que mantenga la dignidad, privacidad y confidencialidad de la mujer y que le permita tomar decisiones informadas.
Eliminar ciertas prácticas de rutina como el rasurado púbico, el enema o la episiotomía.
Permitir la ingesta de alimentos y líquidos durante la dilatación en mujeres de bajo riesgo.
Facilitar que la mujer tenga libertad de movimientos durante la dilatación y el expulsivo, manejando la anestesia epidural para permitir esto en la medida de lo posible, y permitir dar a luz en posiciones diferentes a la litotomía (tumbada boca arriba) si no se ha recibido anestesia epidural. De hecho, la litotomía, pese a ser la forma de parto más prototípica en nuestro imaginario, es en realidad una forma poco favorable al parto, al no aprovechar la fuerza de la gravedad, y suele resultar más dolorosa que otras posturas.
El documento también incluye otras recomendaciones dirigidas al cuidado del bebé, como son la promoción del contacto piel con piel inmediato en la primera hora, favorecer la lactancia o retrasar el primer baño del bebé 24 horas si es posible.
El plan de parto
En España, en el año 2011 el Ministerio de Sanidad publicó un modelo de Plan de Parto y Nacimiento en el seno de su Estrategia de Atención al Parto Normal. Se trata de un documento que todas las mujeres tienen derecho a elaborar y a pedir a todo el personal que va a atender su parto que conozca y respete, adecuándose evidentemente a las circunstancias médicas que puedan presentarse.
Este documento tiene interés por dos motivos. Por una parte, permite que la mujer deje constancia de sus deseos y decisiones con respecto a ciertos temas importantes (p. ej., quién la acompañará, cuáles son sus necesidades especiales por motivos de dependencia o idioma, qué estrategias desea utilizar para manejar el dolor, etc.). Por otra parte, y quizás más importante, se proporciona información sobre los derechos y las buenas prácticas que están aconsejadas. De hecho, la mayor parte del documento se dirige a este segundo fin más que al primero, pues en muchas ocasiones no se trata tanto de presentar alternativas como de promover actuaciones adecuadas y respetuosas para evitar intervenciones desaconsejadas (p. ej., una episiotomía innecesaria).
En cualquier caso, recordemos que aunque elaboremos un plan de parto, debemos tener expectativas ajustadas y flexibilidad para adaptarnos a los imprevistos, aceptar aquellas intervenciones que sí puedan resultar necesarias y colaborar con el personal sanitario en la toma de decisiones.
El parto respetado
En resumen, es útil conocer nuestros derechos durante el embarazo, parto y posparto con el fin de hacer más probable que recibamos un trato adecuado y de no normalizar (ni sentirnos culpables o avergonzadas por) comportamientos o actuaciones que no deberían darse.
Cuando confiamos en el equipo que nos atiende, tenemos información sobre el proceso y conocemos nuestras opciones es más probable que experimentemos el parto como una experiencia más positiva. Y no solo esto: la hormona oxitocina, que nuestro cuerpo secreta naturalmente durante el parto, desempeña un papel fundamental, pues es la responsable de las contracciones uterinas entre otras cosas. Permitir que esta hormona actúe con normalidad es muy importante, pero cuando experimentamos ansiedad porque sentimos que estamos en peligro nuestro organismo secreta adrenalina, una hormona que inhibe la secreción de oxitocina, dificultando por tanto la progresión del parto. Esto hace que sea aún más importante abordar el parto de manera respetuosa y favoreciendo que la mujer tenga la mayor sensación de control, intimidad y buen trato posible, ya que esto favorecerá los propios procesos fisiológicos que tienen lugar durante el parto y hará más probable que este progrese con normalidad y sin necesidad de intervenciones.
Por tanto, si vas a experimentar un parto, nuestro consejo es que te informes de las buenas prácticas que se recomiendan actualmente (y de las que están desaconsejadas), que conozcas las instalaciones donde tu parto tendrá lugar (previsiblemente) y al equipo de matronas y ginecólogas que te atenderá. Asegúrate de que puedes comunicarte correctamente con ellas y plantearles tus dudas, que te sientes cómoda y en confianza y que conocen tu plan de parto en caso de que hayas decidido elaborar uno (no es obligatorio).
Recuerda que tienes derecho a que se te proporcione un trato respetuoso, preferiblemente en un ambiente relativamente íntimo si es posible, a que se te informe de lo que está sucediendo y a que se te permita decidir en algunos casos (no siempre será posible por motivos médicos) y a que los procedimientos se practiquen con cuidado para hacerte el menor daño posible. También es recomendable que estés acompañada por una persona de tu confianza que conozca bien tus deseos o tu plan de parto, preferiblemente alguien que haya asistido contigo a las clases de preparación al parto y que también conozca a fondo el tipo de recomendaciones que hemos comentado en este artículo para poder apoyarte y velar por tus intereses si fuera necesario.
Por último, recuerda que el parto es más imprevisible de lo que a veces pensamos y que es necesario adaptarse sobre la marcha. A veces no queda más remedio que practicar una cesárea de urgencia, es necesario practicar una inducción o pese a no querer analgesia inicialmente cambiamos de idea sobre la marcha. Todo esto es normal, debemos tener unas expectativas ajustadas y permitirnos a nosotras y a nuestro equipo médico adaptarse a los cambios y a las necesidades de cada momento.
Pese a todo, en ocasiones podemos sentirnos mal por cosas que han sucedido durante o tras el parto y puede resultarnos útil recibir ayuda profesional que nos ayude a gestionar estas emociones para evitar que nos compliquen la recuperación posparto, ya que necesitaremos todas nuestras energías para hacer frente al nuevo desafío que es nuestro bebé. Los psicólogos también podemos ayudar a resolver miedos o dificultades que surgen a la hora de retomar las relaciones sexuales tras el parto.
Y lo más importante: recuerda que al final lo esencial no es el parto, sino lo que viene después: conocer a tu precioso bebé y procurar que ambos estéis lo más sanos y felices posibles.
Lecturas recomendadas
El gran debate sobre el parto: todo lo que está mal (y lo que está bien) del modelo hospitalario actual (artículo de Esther Miguel Trula para Xataka Magnet)
Recomendaciones de la OMS para los cuidados durante el parto, para una experiencia de parto positiva
Plan de Parto y Nacimiento de la Estrategia de Atención al Parto Normal del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad
Irene Fernández Pinto
Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).