Los desafíos psicológicos del embarazo
El embarazo, sobre todo si es el primero, es un momento muy particular en la vida de una mujer. Durante esta etapa y la siguiente, la maternidad, se producen algunos de los cambios más trascendentales que va a experimentar a todos los niveles: físico, emocional, social, económico, laboral, en su pareja y en su plan de vida. Algunos de estos cambios se experimentan bruscamente, casi desde el primer momento, mientras que otros se van dejando notar gradualmente.
No todas las mujeres viven el embarazo de la misma manera, de hecho existen grandes diferencias dependiendo de muchos factores, como las condiciones en que se ha dado el embarazo (p. ej., ¿buscado o inesperado?, ¿ha habido dificultades para conseguirlo?), las condiciones de salud de la madre (incluyendo si ha pasado por algún aborto o embarazo de riesgo), su edad, su situación sentimental y familiar (madre soltera, embarazo en pareja, hijos anteriores…), sus perspectivas laborales y económicas, e incluso otros factores psicológicos como su relación con su propio cuerpo, su estado de ánimo, su manejo emocional y social de distintas situaciones, etc.
Paradójicamente se nos suele transmitir una visión demasiado simplificada y edulcorada del embarazo, como un momento de plenitud y felicidad en la vida de toda mujer, según el cual a veces da la impresión de que nuestra exclusiva prioridad “debería” ser el cuidado de nuestro futuro bebé y “deberíamos” vivirlo con mucha tranquilidad y alegría, sin lugar para otras experiencias y emociones más complejas.
En esta entrada queremos reflejar algunas de las dificultades que se suelen encontrar muchas mujeres durante esta etapa de su vida y proporcionar algunas claves que te ayuden a gestionarlas si estás pasando por algo similar.
¿La culpa es de las hormonas?
Desde el inicio del embarazo, incluso antes de saber que estamos embarazadas, se producen cambios en nuestro organismo a toda velocidad. Muchas, aunque no todas las mujeres, dicen notarse “raras”, aunque cada una lo manifiesta de distinta manera.
Los cambios hormonales que tienen lugar pueden influir en nuestro estado de ánimo, como ya les sucede a algunas mujeres durante el ciclo menstrual, aunque de forma más acusada. Si es tu caso, sé comprensiva contigo misma y ten paciencia, date tiempo para acostumbrarte a la nueva situación y recuerda que es posible que tus emociones estén más a flor de piel y te lleven a dramatizar algunas situaciones. Pide a tu entorno más cercano (p. ej., a tu pareja) que también lo tenga en cuenta.
Sin embargo, conviene recordar que las hormonas no son, ni de lejos, lo único que cambia. Por una parte, tu metabolismo ha cambiado, probablemente estés más cansada y necesites dormir más, especialmente durante el primer trimestre. Además, es posible que estés teniendo otros síntomas como las desagradables náuseas, dolores de espalda, etc. que te lo compliquen todo un poco más. Es importante no echar la culpa de todo a las hormonas y atender a las necesidades de nuestro cuerpo, pidiendo ayuda para poder descansar en la medida de lo posible.
También cambian nuestras circunstancias, nuestras prioridades, nuestros miedos y preocupaciones, incluso nuestro estilo de vida. Analiza las causas de tus emociones y si hay temas que te agobian, te preocupan o te dan miedo pide a tus seres queridos que te escuchen y que tomen en serio tus necesidades, sin minimizarlas.
Sueño, agotamiento, estrés… y culpa
Ya hemos visto que desde el inicio del embarazo es normal sentirse más cansada, el cuerpo nos pide echar el freno y cuidarnos más para hacer frente a todo este trabajo “invisible”. Pero no siempre es tan fácil frenar nuestra inercia de hacer cosas, máxime cuando pensamos que tenemos que dejarlo todo preparado para la baja laboral, organizar la casa para el nuevo bebé, etc. Una vez más, atrévete a pedir ayuda y a delegar las tareas que puedas en otras personas, ya sea en tus compañeros de trabajo o en tu pareja, de modo que la descarga vaya siendo gradual, pues a medida que avance el embarazo no solo estarás más cansada sino que tus prioridades probablemente serán otras.
El problema es que muchas mujeres se sienten culpables cuando comprueban que no consiguen cumplir con todas sus obligaciones y tareas como antes. Y si lo intentan, con frecuencia reciben críticas del entorno, que opina que estamos perjudicando al bebé. ¡Un callejón sin salida! En estos casos es importante entender que nuestra situación ha cambiado, que gestar a un bebé supone mucho esfuerzo y recursos, pero que al mismo tiempo sigues siendo una persona con tus propias necesidades y deseos, que siguen contando. Mantener a raya la culpa y las opiniones contradictorias y no solicitadas de los demás es esencial durante el embarazo y una muy buena preparación para la siguiente etapa: la maternidad.
Todo esto es especialmente complicado si ya tienes otros hijos que atender. Dependiendo de su edad, este puede ser un buen momento para ayudarles a ser más autónomos e incluso a desarrollar su empatía hacia ti como una forma de estar involucrados en el cuidado de su nuevo hermanito.
Tu cuerpo y la comida
En una sociedad en la que la información nutricional adecuada brilla por su ausencia, en la que es difícil alimentarnos bien y en la que prima un estilo de vida tan sedentario, las dificultades de alimentación son un tema frecuente para muchas personas. Además, las mujeres nos vemos bombardeadas por cánones de belleza imposibles y se nos enseña a prestar una atención excesiva a nuestro aspecto físico. Todo esto, inevitablemente, provoca que muchas mujeres tengan dificultades para gestionar lo que comen así como complejos con su aspecto físico.
Si esto ya era un problema antes del embarazo, durante este las cosas se pueden complicar. Por una parte, nuestro cuerpo cambia rápidamente, ganando kilos por momentos, y por si esto fuera poco, parece que se vuelve el centro de atención de todo el mundo. Mucha gente se siente en perfecto derecho de opinar (desinformadamente) sobre si estamos más o menos gordas, hacer comparaciones y observaciones sobre nuestro físico e incluso tocar nuestro cuerpo sin permiso. Esto puede resultar muy invasivo y agobiante para algunas mujeres. En estos casos aprender a gestionar con asertividad estas situaciones incómodas o, cuando esto no sea posible, a ignorar ciertos comentarios, es clave.
Además, muchos ginecólogos insisten mucho en la ganancia de peso durante las revisiones y no siempre proporcionan pautas nutricionales y psicológicas actualizadas y eficaces para manejarlo. La ausencia de nutricionistas en nuestro Sistema de Salud tampoco ayuda. Frecuentemente se olvida de que dentro de la normalidad hay mucha variabilidad de unos cuerpos a otros y las tablas de percentiles pueden servir para provocar una preocupación injustificada. Pautas simplistas como “tienes que comer menos” no ayudan nada, sino que muchas veces generan el efecto opuesto: mayor ansiedad y más necesidad de comer alimentos inadecuados, todo ello en un momento delicado pues nuestras preferencias y necesidades alimentarias cambian (los famosos “antojos”). Si este tema te cuesta o te preocupa, te animamos a ponerte en contacto con un buen dietista-nutricionista (si lo deseas, pídenos recomendaciones) y/o con un psicólogo especializado en estos temas.
Preocupaciones por tu salud y la del bebé
Algunas personas viven embarazos sencillos, sin muchas molestias y disfrutan de un estado de mucho bienestar y felicidad, pero en otros casos el embarazo es un período de muchas preocupaciones. Esto es especialmente frecuente si se ha identificado alguna dificultad médica, si ha costado mucho conseguir el embarazo (p. ej., si se ha recurrido a técnicas de fertilidad, si ha habido abortos previos…), si hay antecedentes familiares de problemas, si la madre tiene alguna enfermedad… En estos casos (y muchos otros), los padres en vez de ir a las revisiones con ilusión pueden ir con miedo o ansiedad, lo cual puede incluso generarles culpa por “no estar sintiendo lo que deberían sentir”. Cada “síntoma” se experimenta con cierta sensación de alarma.
En estos casos es importante que hables de estas preocupaciones con tu ginecólogo con el fin de saber dónde terminan las preocupaciones (y precauciones) razonables y dónde estamos empezando a dramatizar o a limitarnos en exceso. También conviene intentar llevar una vida lo más normal posible, haciendo ejercicio físico si no está contraindicado, mantenerse mentalmente ocupado con otras actividades y no permitir que el embarazo sea el “monotema”, así como procurar no anticipar desdichas antes de cada revisión o ecografía. Y si esto no se consigue, puede ser útil ponerse en manos de un psicólogo que nos ayude a gestionar mejor nuestros miedos y preocupaciones durante esta etapa.
Miedo al parto y a las consultas ginecológicas
Durante todo el embarazo, el parto y el posparto se suceden numerosas consultas ginecológicas, análisis de sangre y otras pruebas que pueden generar ansiedad a algunas mujeres. Si es tu caso, este puede ser un buen momento para aprender a afrontar estos temores y a experimentar menos ansiedad en estas situaciones, a veces con ayuda profesional.
Las exploraciones vaginales, y en particular las ecografías vaginales, pueden resultar un momento tenso para muchas mujeres, especialmente para aquellas que hayan tenido malas experiencias en el pasado en las revisiones ginecológicas, para quienes tengan dificultades sexuales (p. ej., dolor durante la penetración o vaginismo), para quienes no se sientan a gusto con su propio cuerpo o con sus genitales o experimenten mucho pudor en estas situaciones y, por supuesto, para aquellas mujeres que hayan experimentado alguna situación de abuso o agresión sexual. Un paso clave para enfrentarse a esta situación es dar con profesionales que nos inspiren confianza, no solo por sus competencias profesionales sino también por proporcionarnos un trato respetuoso y no presionarnos durante las pruebas si estamos tensas o experimentando dificultades; si este no es tu caso tal vez puede merecerte la pena conocer a otra profesional que te haga sentir más cómoda. Además, explicar estas dificultades y ansiedades en la primera consulta puede facilitar que tengan empatía con nuestra situación y se adapten a nuestro ritmo.
El gran temido en todo este proceso es el parto. Cada mujer decide afrontar este tema a su manera, aunque aquí es importante que tengas confianza en que tu cuerpo está preparado para afrontar este proceso biológico y que plantees todas las dudas que tengas a tu ginecóloga (en lugar de recurrir a fuentes poco fiables). También te aconsejamos conocer tus derechos así como las iniciativas promovidas por los organismos oficiales para favorecer una experiencia del parto positiva. En cualquier caso, dedicar demasiado tiempo a anticipar cómo va a ser el parto y a leer sobre posibles dificultades no suele ser buena idea y, además, los partos no suelen ir tal y como habíamos previsto, por lo que es mejor no tener unas expectativas demasiado rígidas.
Por supuesto, acudir a clases de preparación al parto también te ayudará a sentirte más preparada para este proceso, física y psicológicamente, así como a entrenar algunas estrategias que te puedan ayudar llegado el momento.
Problemas económicos, laborales, de pareja…
El embarazo y la llegada del bebé suponen cambios tan radicales que es esperable que nos tengamos que enfrentar a distintos desafíos en las diferentes facetas de nuestra vida.
En el terreno económico, los gastos se disparan, sobre todo con la llegada del primer bebé o si se trata de un parto múltiple. Aquí nos puede ayudar hacer una buena planificación económica, hablar con nuestros conocidos para que nos presten cosas que no usen y para que nos ayuden a evitar gastar el dinero en artículos a los que al final no les sacaremos partido, conocer páginas o aplicaciones de intercambio o venta de artículos premamá y de bebé de segunda mano, etc.
En el ámbito laboral la cosa también puede complicarse dependiendo de cuál sea nuestra situación y, si trabajamos para una empresa, cuál es su actitud hacia la conciliación familiar. Lo primero es informarnos de nuestros derechos y tenerlos a mano para ponerlos de manifiesto si los vemos peligrar. Puede ser útil hablar con nuestro entorno más cercano de lo que queremos y por qué lo queremos para tener más fuerza a la hora de plantearlo y negociar opciones.
Evidentemente todo lo que hemos comentado hasta ahora también puede tener un efecto en la relación de pareja. Por eso, en esta etapa es especialmente importante comunicarnos bien, negociar y llegar a acuerdos en los que se tengan en cuenta las necesidades de ambos y tener mucha paciencia. No todos los días estaremos con los mismos ánimos ni las mismas energías, pero hay que seguir buscando momentos adecuados para hablar y para poner sobre la mesa aquellos miedos o preocupaciones que tenemos sobre el futuro de nuestra relación o nuestras expectativas sobre cómo gestionar y repartir el cuidado del nuevo miembro de la familia.
Depresión preparto
Afortunadamente cada vez se habla más de la depresión posparto durante las clases de preparación al parto. Todos estos factores de estrés, junto con cambios hormonales muy bruscos y un cambio de vida drástico se combinan y hacen que las primeras semanas e incluso meses tras el parto sean un gran desafío para la mayoría de las mujeres. Experimentar momentos de tristeza, angustia, apatía, etc. es algo perfectamente normal durante este proceso, pero para algunas personas este período es especialmente complicado, pues experimentan un malestar muy intenso, dificultades para cuidarse a sí mismas o de su bebé o se prolonga excesivamente en el tiempo. En estos casos es imprescindible buscar ayuda profesional.
De lo que se habla menos es de la depresión preparto, aunque leyendo todos los cambios y desafíos que hemos descrito a lo largo de esta entrada no sorprenderá que muchas mujeres experimenten emociones negativas, a veces muy intensas y duraderas, durante buena parte de la gestación. Si además tenemos la sensación de que no sentimos “lo que deberíamos”, no estamos suficientemente ilusionadas, las cosas no marchan como habíamos previsto, etc. tenemos el caldo de cultivo perfecto para sentirnos mal durante esta etapa.
Es importante enfrentarnos al embarazo y a la maternidad con expectativas realistas, sabiendo que no es todo “color de rosa” y que cada persona lo experimenta a su manera, que puede variar de unos embarazos a otros (o de unos meses a otros e incluso de unos días a otros). Para ello, puede ser útil hablar con mujeres de tu entorno que hayan pasado por lo mismo, contarles cómo te estás sintiendo y escuchar tus experiencias. Más allá del “postureo”, en una conversación más íntima probablemente descubras que otras mujeres también experimentaron dificultades, estrés, miedos, desilusión y otras muchas emociones más complejas de lo que se nos suele contar.
Sobre todo, es importante que sepas que sentir este tipo de cosas o experimentar estas dificultades no tienen nada que ver con si vas a ser o no una buena madre. Date permiso para ir aprendiendo y conociéndote por el camino.
Bibliografía recomendada
¿Qué se puede esperar cuando se está esperando? Heidi Murkoff.
Irene Fernández Pinto
Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).