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¿Te llevas mal con tu cuerpo? Descubre qué pensamientos te están influyendo

Muchas personas se sienten acomplejadas con su aspecto físico: se miran al espejo y no se ven bien, tienen ansiedad en determinadas situaciones sociales, se comparan con otras personas y siempre salen perdiendo… ¿Te suena?

Es un problema cada vez más común sobre el que influyen multitud de factores sociales y culturales, cuyo análisis daría para muchos posts, pero queremos centrarnos en un concepto o término que en Psicología está muy relacionado con esta problemática: la imagen corporal.

La imagen corporal es la percepción que tenemos sobre nuestro propio cuerpo, la imagen “mental” de nuestro físico. Al ser una percepción, es una experiencia subjetiva que se construye a lo largo del tiempo a partir de los pensamientos, las emociones, las actitudes y los comportamientos propios; pero también por los mensajes y acciones del entorno, ya que no podemos negar la gran influencia que tiene la sociedad y los medios de comunicación en el ideal de belleza y en cómo debería y no debería ser nuestro aspecto físico.

Algunas personas tienen una imagen corporal negativa, lo que significa que “se ven mal”, es decir, que su percepción sobre su propio cuerpo está acompañada de emociones y pensamientos negativos. También suele estar acompañada de una serie de comportamientos que alimentan esta percepción negativa: ocultar partes del cuerpo, prestar especial atención a los defectos, mirarse mucho en el espejo o evitar hacerlo, no salir nunca sin maquillar a la calle…

En el post de hoy vamos a resumir algunos pensamientos típicos que acompañan y mantienen una imagen corporal negativa. En algunos manuales (Froján y González, 2006; Raich, 2001) son denominados “distorsiones cognitivas”, ya que suponen una visión o interpretación distorsionada de la realidad.

  1. “Blanco o negro” o “La Bella y la Bestia”: este error nos hace ver el mundo en términos dicotómicos de todo o nada, la mejor o la peor, etc. Las personas que piensan de esta manera entienden que si no tienen una belleza extrema que encaje a la perfección con el canon social, entonces son todo lo contrario. Es decir, “si no soy la mejor o la más guapa, entonces soy la peor o la más fea”. Pero la realidad nos enseña que la vida tiene muchos matices y que entre el blanco y el negro puede haber infinidad de grises. La belleza es algo subjetivo y por tanto puede haber tantas opiniones o visiones como personas.

  2. Tener un ideal irreal: si elegimos un ideal de belleza irreal (famosas, modelos, etc.) y nos comparamos con él, es inevitable ver las diferencias ya que la realidad no encaja con ese ideal. Estas diferencias son interpretadas como defectos por la persona, lo que genera un gran malestar. Pero el problema es elegir un modelo a seguir que es falso, ya que la mayoría de las veces esas personas o imágenes pueden estar retocadas, hechas por profesionales, etc. No reflejan la variabilidad del cuerpo de las personas.

  3. Comparación injusta: consiste en compararse únicamente con personas que considero más atractivas o que no tienen “mis defectos”. El problema es que hacemos una comparación totalmente sesgada, ya que únicamente nos centramos en las partes que no nos gustan de nosotras mismas. Esto aumenta la percepción negativa sobre nuestro cuerpo y no permite valorar los aspectos positivos del mismo. Si por un día buscáramos aspectos propios que nos gustan más que los de otras personas (comparación en positivo) nos daríamos cuenta de que hay un poco de todo, que no somos ni mejores ni peores sino que cada persona tiene su propio cuerpo, cada uno diferente del otro.

  4. La lupa: como su propio nombre indica, se trata de centrarse en los defectos a modo “lupa”, es decir, amplificándolos y definiéndonos a partir de estos, sin tener en cuenta el resto de nuestro cuerpo. Puede llevar a crear una imagen irreal de nosotras mismas, construida solo a partir de nuestros defectos. La clave es dejar de centrarnos tanto en estas partes, no obsesionarnos con ellas, y empezar a vernos como un todo más global incluyendo las partes que sí me gustan de mi cuerpo.

  5. Mente ciega: omitimos aquellos aspectos de nosotras mismas que sí nos gustan o que son más positivos. Estamos “ciegos” ante ellos y no somos capaces de apreciarlos. Tenemos así una visión muy sesgada de nuestro cuerpo, impidiéndonos apreciar otras partes que no sean las “defectuosas”. Si empezamos a observar estas partes y a darles más valor, nos iremos sintiendo mejor con nosotros mismos ya que conseguiremos tener una percepción más global y realista de nuestro cuerpo.

  6. El juego de la culpa: se basa en atribuir situaciones o experiencias negativas a las características físicas (“no hago amigos porque estoy gorda”), en lugar de buscar otras explicaciones que puedan tener más sentido o que se ajusten mejor a la realidad (por ejemplo, “no hago amigos porque me quedo en una esquina y no hablo con nadie”). Para ir atajando esta distorsión, debemos buscar otras posibles causas y ver si podemos cambiar algo para resolver mejor esas situaciones, si hay algún comportamiento que pueda modificar que no esté relacionado con mi aspecto físico.

  7. Adivinador de mentes: consiste en creer saber (adivinar) lo que los demás piensan de nosotras, basándonos en el ideal negativo que tenemos sobre nosotras mismas. De esta manera, si yo me veo mal creo que los demás también me ven así y actúo en consecuencia. Pero la realidad es que no tenemos la capacidad de adivinar qué están pensando otras personas ni cómo nos están percibiendo. Este pensamiento puede acabar generando problemas sociales si la persona cambia su manera de comportarse basándose en esta distorsión.  

  8. La “belleza limitadora”: es una auto-prohibición basada en el aspecto físico, creyendo que no se pueden hacer determinadas actividades por tener ese aspecto. Por ejemplo, salir de fiesta, ponerse determinada ropa, salir sin maquillar… Y si hay que saltarse esta prohibición, nos sentimos nerviosas, ansiosas, inseguras… Pero esa limitación nos la estamos poniendo nosotras mismas, no hay ningún reglamento escrito donde se prohíba hacer ciertas cosas si no se cumple con un canon de belleza.

  9. Auto-confirmación: si me siento fea, es que soy fea. Gran error, ya que estamos basándonos en una sensación para describir la realidad, tomándola como certeza. Que yo me sienta de una determinada manera no quiere decir que yo sea de esa manera. Lo que ocurre realmente es que, al verme mal, tener una percepción negativa de mí misma, me siento mal.

  10. El reflejo del malhumor: si algo nos provoca malhumor, podemos culpar al cuerpo buscando alguien con quien pagarlo. De esta manera, mantenemos ese estado de ánimo y seguimos retroalimentando la imagen negativa de nuestro aspecto físico. Si buscamos las verdaderas causas de ese malhumor, podremos llegar a encontrar soluciones o maneras de resolver la situación y poder recuperar un buen estado de ánimo. En lugar de alimentarlo más centrándonos en los defectos físicos que creemos tener.

Todos estos errores de pensamiento contribuyen a mantener una percepción negativa de nuestro propio cuerpo, a que se siga asociando con emociones desagradables. Un primer paso para empezar a sentirte mejor contigo misma, puede ser identificar si tienes alguno de estos pensamientos y ver en qué situaciones aparece, para intentar combatirlo y, sobre todo, no dejar que guíe tu manera de comportarte. Si este problema te genera demasiado malestar, lo mejor es que acudas a un profesional que pueda ayudarte a sentirte mejor y conseguir una mejor imagen corporal.

Bibliografía:


Almudena Sánchez de Pazos Escribano

Psicóloga en Libertia Psicología. Graduada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA). Su labor se desarrolla en el área clínica, con población infanto-juvenil y adulta. Imparte talleres sobre habilidades sociales, inteligencia emocional y técnicas de estudio, entre otros.


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