¿Conoces tus derechos asertivos en la cama?
/Cada vez se habla más en los medios de la necesidad de obtener consentimiento sexual para mantener relaciones sexuales. La propuesta que hizo el pasado verano la vicepresidenta Carmen Calvo para reformar la ley de forma que se requiera un consentimiento expreso antes de que se produzca cualquier acto sexual ha generado una gran controversia. Sin embargo, más allá de cuestiones legales que exceden el cometido de este blog, sí resulta claro que tenemos muchos deberes pendientes en términos de conocer y hacer valer nuestros derechos en el ámbito afectivo y sexual y, sobre todo, de garantizar que son respetados por todos los miembros de la sociedad, ya que con frecuencia nos encontramos que ni siquiera los “noes” expresados directamente se respetan o que hay deseos que no llegan a articularse porque pensamos que “no tenemos derecho ahora a cambiar de opinión o a cortar el rollo”.
Nuestro objetivo es poner de manifiesto los derechos que todos (y en especial todas, pues solemos llevarnos la peor parte en este tema) tenemos en torno a nuestras relaciones sexuales. Derechos que no siempre conocemos o que nos genera miedo, culpa o vergüenza ejercer ya que socialmente existen algunos prejuicios sobre cómo “deben” desarrollarse las relaciones sexuales. Por ello comenzaremos sentando algunas bases sobre cuáles son los pilares de una sexualidad sana y satisfactoria para todas las partes.
¿Cuáles son las bases de una buena relación sexual?
Si hiciéramos esta pregunta a personas aleatorias probablemente obtendríamos todo tipo de respuestas, pero seguramente nos responderían cosas tales como el tener experiencia o una buena técnica en la cama, probar diversas posturas o diversidad de prácticas sexuales, durar más o menos tiempo, esforzarnos por complacer al otro, alcanzar el orgasmo, tener altos niveles de pasión y excitación durante toda la relación, etc.
Derribemos ahora todas estas ideas de un plumazo, pues lejos de acercarnos a una mejor sexualidad, nos alejan de ella y son las responsables de muchas de las disfunciones sexuales más frecuentes. Entonces, ¿qué caracteriza a una vida sexual satisfactoria? Podemos resumirlo en una serie de ideas:
Consentida: En primer lugar, e innegociable, la relación sexual debe ser consentida y consensuada entre ambas (o todas las) partes. Cualquier práctica sexual que se aleje o vaya más allá de lo que uno de los implicados desea solo estropea la relación (y es delito).
Segura: La relación debe darse en unas condiciones de seguridad en la que sepa que mi integridad física, mi intimidad, etc. están a salvo. Esto implica anticipar posibles riesgos y evitar prácticas potencialmente peligrosas que se nos pueden ir de las manos. Pero sobre todo implica tener la seguridad de que podemos confiar en la otra persona.
Sana: Cuidar de nuestro cuerpo y del de la otra persona también es una necesidad para sentar las bases de una relación sexual satisfactoria. Esto incluye protegernos de embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual y, por supuesto, evitar poner en riesgo la salud y el bienestar de mi pareja sexual.
Respeto, confianza y comunicación: Probablemente podamos garantizar en gran medida todo lo anterior si cuidamos estos tres componentes. Respetar en la medida en que nos interesamos por el bienestar del otro, escuchamos atentamente lo que nos intenta transmitir y estamos atentos a señales de que algo no va bien. Confianza para construir entre ambos un espacio seguro en el que sabemos que hay un cuidado mutuo tanto físico como emocional (y esto es válido también para relaciones sexuales esporádicas). Y comunicación para ser capaces de transmitir tanto nuestros deseos como lo que no nos gusta, para poder hacer peticiones concretas y también para preguntar a nuestro compañero si vamos por buen camino y asegurarnos de que ambos estamos en la misma página.
Disfrutada: Una vez garantizado todo lo demás llegamos a la razón de ser la sexualidad, que no es otra sino el disfrute y el placer a través de nuestros sentidos y de la conexión con la otra persona. Puede parecer obvio y sin embargo es muy frecuente mantener relaciones sexuales “porque toca”, por obligación, para que no me dejen, para sentirme deseada, para que no hablen mal de mí a otras personas, para no “ser una estrecha”… Todos estos son malos motivos para mantener relaciones sexuales: nuestro objetivo debería ser pasarlo bien y dedicar un rato a hacer lo que nos apetece.
No lineal: Este punto se deduce del anterior, aunque no solemos tenerlo en cuenta. Se nos vende una idea muy concreta y “lineal” de cómo deberían ser las relaciones sexuales. Comienzan con unos preliminares, que casi se ven como un trámite con el que “hay que cumplir”, para continuar “calentando motores” hasta llegar a lo “verdaderamente importante”, que suele ser la penetración para acabar en un orgasmo. Sin embargo esta es una forma muy limitada de entender la sexualidad y es que el deseo y la excitación vienen y van, no siempre nos apetece hacer las mismas cosas, la penetración es solo una práctica más y una relación puede ser muy disfrutada con o sin orgasmo. Por tanto, dejarnos llevar y permitirnos hacer lo que “nos pida el cuerpo” en cada momento en vez de encorsetarnos en una única forma de hacer las cosas nos da mucha más libertad. La sexóloga Laura Morán lo explicó muy bien en esta charla:
¿Cuáles son mis derechos asertivos en la cama?
En el pasado escribimos esta otra entrada sobre cuáles son nuestros derechos asertivos. Ahora queremos concretar un poco más y hablar sobre nuestro derecho a ser asertivas también en la cama, garantizando que se cumplen los seis puntos anteriores y que podemos disfrutar de la sexualidad que queremos y que nos hace sentir bien.
Tienes derecho a no querer tener relaciones sexuales: Mantener relaciones sexuales no es nunca una obligación, tengamos o no tengamos pareja. Es una decisión que debe partir siempre del deseo de mantenerlas. La sexualidad que disfrutemos no tiene nada que ver con nuestro valor como personas, igual que los juegos a los que jugamos tampoco nos definen. Es cierto que cuando en pareja hay diferentes niveles de deseo sexual pueden surgir dificultades, pero estas deben abordarse siempre desde el respeto y la comunicación y, si lo deseáis, con ayuda profesional.
Tienes derecho a decir sí a una práctica sexual sin que eso implique decir que sí a todo: Puede apetecerte besar o acariciar a alguien y nada más. O puede apetecerte tener sexo oral pero no penetración, o al revés. Y cualquier otra combinación que se te pueda ocurrir. Tienes derecho a aceptar únicamente un tipo concreto de contacto sexual o a poner tus límites sobre prácticas que no quieres hacer, comportamientos que no quieres que se tengan hacia ti (p. ej., que no te toquen o no te hablen de cierta manera), partes del cuerpo que no quieres mostrar o que te toquen, etc. En resumen, la sexualidad es un juego en el que ambos jugadores construyen y consensuan las reglas desde el inicio y momento a momento: no hay nada escrito de antemano.
Tienes derecho a parar cuando quieras: Ya decíamos que la buena sexualidad no es lineal, es decir, no hay una meta a la que llegar, lo importante es disfrutar del itinerario, da igual a dónde nos lleve. Por tanto, como no hay ningún destino, puedes parar cuando te apetezca y retomar de nuevo cuando y como quieras. Y basta con que a uno de los dos le apetezca parar. No importa que si tu pareja está muy excitada y quiere continuar, no hay un “punto de no retorno”: si a ti no te apetece no tiene ningún sentido continuar. Además, saber que tienes el control para parar cuando te apetezca puede ser un potente afrodisíaco.
No eres responsable del placer (ni del orgasmo) ajeno: En el sexo cada persona es responsable de su propio disfrute. Eso no significa que nos desentendamos de la otra persona: es difícil pasarlo bien cuando ese disfrute no es compartido. Lo que significa es que cada uno tiene la responsabilidad de expresar lo que quiere, necesita o le apetece, si bien para que podamos ejercer esa responsabilidad es esencial tener delante a una persona que merezca nuestra confianza y que nos vaya a respetar. Esto implica desterrar de nuestro vocabulario expresiones como “calientapollas”: no tienes la obligación de satisfacer los deseos de la otra persona ni de llegar a “ningún sitio” con ella.
No eres responsable de las expectativas de la otra persona: Es posible que la otra persona se haya hecho ilusiones, haya planificado el encuentro sexual, te haya hecho algún favor o ayuda en un intento de “preparar el camino” para el sexo… Todo eso da completamente igual: no tenemos derecho a que otra persona tenga relaciones sexuales con nosotros por mucho que nos apetezca o por muchas expectativas que tuviéramos. Ser adulto implica, entre otras cosas, saber tolerar la frustración.
Tienes derecho a cambiar de opinión: Incluso aunque hubieras acordado previamente que iba a haber sexo, o que hubieras propuesto hacer algo en concreto, si ahora no te apetece no tienes por qué continuar. Si ya no te apetece, no lo hagas, puede que la otra persona se frustre un poco pero siempre será eso mejor que obligarte a hacer algo que no deseas. Incluso si estáis en “plena acción”, es perfectamente normal que se te quiten las ganas de golpe y no quieras continuar o que prefieras hacer las cosas de otra manera, y estás en tu pleno derecho.
Tienes derecho a usar protección: Protección contra los embarazos no deseados pero también contra las enfermedades de transmisión sexual y para esto último lo mejor es el condón. Y no, no hay excusas: si una de las partes desea utilizar preservativo hay que usarlo sí o sí. Por supuesto, intentar engañar a la otra persona fingiendo que lo hemos puesto o quitándolo en mitad de la relación es un acto delictivo que puede tener consecuencias y secuelas muy graves. Recurrir al chantaje emocional o a la presión para no tener que utilizarlo tampoco es aceptable: un poco más de placer o de comodidad para una de las partes no se puede comparar con el riesgo para la salud y la autonomía de la otra persona. Si deseas utilizar este método de protección lo mejor es llevarlo siempre contigo y plantearlo abiertamente, no esperar a que sea el otro quien lo lleve o lo utilice. Si la otra persona no acepta una petición tan básica, lo mejor es una retirada a tiempo.
Tienes derecho a mantener relaciones sexuales sin llegar a la penetración o al orgasmo: Ya hemos dicho que el sexo está para disfrutarlo y no para alcanzar ninguna meta en concreto. Por desgracia, hemos dado un valor excesivo a la penetración como práctica sexual, olvidando que no es sino una práctica más y que no es ni siquiera la más placentera para muchas mujeres (sí lo es para otras tantas), pues nuestro órgano sexual para el placer es el clítoris. Del mismo modo, a veces parece que valoramos una relación sexual en función de si hemos alcanzado o no el orgasmo y dirigimos todos nuestros esfuerzos a este fin, menospreciando por el camino otras cosas que podríamos disfrutar mucho y a las que, despectivamente, hemos llamado preliminares. Date permiso para disfrutar de tu sexualidad como a ti te apetezca sin imposiciones ni metas.
Tienes derecho a que se respete tu intimidad: Hablábamos de confianza y es que cuando mantenemos relaciones sexuales estamos exponiendo nuestra intimidad, no solo física sino también emocional. Por ello, es tan importante que la sexualidad se dé en un entorno de respeto en el que haya un cuidado mutuo, en el que no haya críticas destructivas sobre el cuerpo o la forma de disfrutar la sexualidad del otro y en el que sepamos que podemos expresarnos libremente sin miedo a que luego se nos juzgue fuera de ese entorno seguro. Por ello, tienes derecho a que la otra persona no hable públicamente sobre tu intimidad (sobre tu cuerpo, lo que te excita, tu forma de mantener relaciones sexuales…) y esto es especialmente importante en la era de las redes sociales. El sexting, o intercambiar imágenes sexuales con otra persona, puede ser una práctica arriesgada si no lo hacemos con personas que respeten esta relación de confianza, aunque debes saber que si otra persona difunde imágenes tuyas sin tu consentimiento está incurriendo en un delito legal.
Tienes derecho a no tener sexo aunque te excites o aunque te apetezca: Esto puede parecer contradictorio pero no lo es. Nuestro organismo tiene respuestas fisiológicas automáticas como son la lubricación o la erección. También podemos tener otras sensaciones ligadas al deseo o a la excitación. Y todo esto puede producirse independientemente de que realmente queramos o no mantener relaciones sexuales en ese momento y con esa persona, de hecho es posible experimentar excitación sexual durante una violación. Por eso, frases como “Pero si en el fondo te apetece”, “Si sabes que te va a gustar”… no valen. Todo esto lo explica muy bien la educadora sexual Emily Nagoski en el siguiente vídeo.
Muchas veces nos cuesta hacer respetar estos derechos porque la otra persona nos presiona de distintas maneras. La sexóloga Ana Lombardía explica muy clarito que muchos de estos comportamientos son violencia machista. Aquí tienes su vídeo con muchos ejemplos que tal vez te suenen:
Seguro que nos olvidamos de muchos derechos. Nos encantará que nos deis vuestra opinión y que nos recordéis otras situaciones complicadas o embarazosas que podrían resolverse con un mayor conocimiento y respeto de los derechos de las personas que participan de ese encuentro sexual. Esperamos que esta entrada te sirva para disfrutar de una sexualidad más placentera, libre y segura con personas que te respeten y que sean dignas de tu confianza. Recuerda además que estos derechos se aplican tanto a las relaciones sexuales esporádicas como a las relaciones de larga duración, y es que el sexo nunca hay que darlo por hecho y siempre debería practicarse desde el cuidado mutuo y el autocuidado.
Bibliografía recomendada:
Orgas(mitos). Laura Morán. Next Door Publishers, 2019.
Irene Fernández Pinto
Psicóloga con autorización sanitaria colegiada con número M-22996. Licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), máster en Terapia de Conducta por el Instituto Terapéutico de Madrid (ITEMA) y máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud (UAM-UNED).