Monogamia o bala
/La talla única de las relaciones
Nuestra sociedad ha idealizado la monogamia como el único camino hacia la felicidad en pareja. En parte impuesta desde el derecho, la sociedad, la cultura y la religión y en parte fruto de atribuciones románticas y perfeccionismo. Desde pequeñas, se nos inculca la idea de buscar y encontrar a esa “persona especial” que será nuestra compañera exclusiva de por vida, como si esa fuese la única vía posible para establecer relaciones sexoafectivas exitosas y satisfactorias. Este modelo se nos presenta como la norma, el ideal socialmente aceptable que valida nuestras decisiones y expectativas en cuanto a nuestra vida amorosa. Sin embargo, esta idea presupone que la monogamia es un modelo universal que encaja con todas las personas: todas las relaciones afectivas son una talla única.
Este modelo único no permite espacio para cuestionar si este modelo realmente encaja con todas las personas, necesidades, deseos y contextos de los individuos. No se reconoce la pluralidad de formas en que las personas pueden relacionarse o expresar su afecto. No hay diálogo ni acuerdos explícitos, simplemente se asume que la exclusividad es la norma y todo lo demás es inapropiado o incluso considerado como un fracaso o algo sucio.
Esta falta de debate social sobre los términos de la relación refleja cómo la monogamia tradicional opera como una regla tácita que no se cuestiona. Pero, al observar más de cerca, surge una pregunta incómoda: ¿realmente este modelo satisface las necesidades sexoafectivas de todas las personas? ¿Todos tenemos talla única? Si nos remitimos a las estadísticas de infidelidad, éstas sugieren que hay una brecha significativa entre lo que la sociedad espera de nosotros y lo que realmente deseamos o hacemos en nuestras relaciones, lo que deja en evidencia las tensiones que surgen cuando el modelo idealizado de la monogamia no se ajusta a nuestras realidades.
“Monogamia o bala”
La frase “monogamia o bala” representa este dilema. La bala simboliza el temor al castigo (ser apartada del grupo social), a las consecuencias negativas de explorar alternativas (criticada, juzgada como “rara”, “pervertida”), a abrir el diálogo. Este miedo está profundamente enraizado en la sociedad, en las creencias tradicionales sobre el amor y la fidelidad y se nos enseña y aprendemos desde jóvenes a temer las posibles repercusiones de desviarnos de las expectativas. La presión social, sumada a los prejuicios hacia las relaciones no monógamas, nos lleva a aferrarnos a lo conocido, evitando cuestionar si la monogamia es el único camino válido, si existe una talla diferente a la talla única. Así, la falta de acuerdos explícitos en las relaciones no monógamas y el peso de las expectativas sociales refuerzan la creencia de que cualquier otro modelo es inviable, cerrando la puerta a la posibilidad de explorar otras formas de relacionarnos.
Esta perspectiva es limitante y no refleja la diversidad de deseos y experiencias que existen en el espacio afectivo y sexual de cada individuo. Cuestionar esta imposición no significa rechazar la monogamia, sino abrir espacio para el diálogo y la posibilidad de establecer relaciones que se ajusten realmente a nuestras necesidades y valores. Porque al igual que con la ropa, una talla única difícilmente le queda bien a todas las personas y las relaciones también deben ser personalizadas, adaptadas a las preferencias y circunstancias de quienes las protagonizan.
La libertad de elegir un camino propio
Aunque la idea de la “bala” en esta frase puede anticipar consecuencias negativas, también nos invita a reflexionar: aunque el modelo monógamo tradicional parezca la única opción, en realidad existen alternativas que pueden ser igualmente válidas y satisfactorias para muchas personas. Cada vez más personas exploran relaciones no monógamas consensuadas, en las que la exclusividad no es un requisito indispensable para que exista amor, confianza y compromiso. Estas formas de vincularse no surgen por simple rebeldía al tratar de desafiar las normas establecidas, sino para construir relaciones auténticas basadas en acuerdos mutuos, comunicación abierta y la libertad de elegir sin la presión de cumplir con una norma impuesta por la sociedad. Este tipo de relaciones permiten que los involucrados puedan establecer acuerdos sobre la fidelidad y la exclusividad con la posibilidad de dialogo sin imposición social.
Hoy contamos con la oportunidad de conocer diversas maneras de amar y relacionarnos, hemos podido abrir diálogos y debates sociales gracias a la mayor información que circula sobre la diversidad de opciones afectivas disponibles. El conocimiento nos hace libres para decidir y nos permite tomar decisiones informadas sobre cómo queremos vincularnos. Podemos elegir monogamia, por supuesto, lo importante es que sea una decisión genuina y no impuesta por una tradición que no nos representa.
En lugar de seguir ciegamente lo establecido, podemos explorar opciones que se alineen con nuestros valores y deseos personales, creando relaciones que nos brinden satisfacción y plenitud, en lugar de adherirnos a un modelo que nos resulte ajeno o limitante. La clave está en tener la libertad de elegir nuestro propio camino, conscientes de todas las alternativas disponibles y no simplemente conformarnos con lo que se nos presenta como lo único disponible.
Mitos y realidades
Las relaciones monógamas y no monógamas suelen estar rodeadas de mitos y falsas creencias que generan expectativas que a veces nada o poco tienen que ver con la realidad.
Los mitos que rodean a las relaciones no monógamas suelen estar cargados de prejuicios y malos entendidos alimentados principalmente por aquellos que no conocen o comprenden realmente las alternativas. La falta de información, la educación en torno a las relaciones no monógamas, el miedo al castigo por pensar diferente, influyen considerablemente en los prejuicios y estereotipos que las rodean. Muchas veces, las personas que más critican este modelo son precisamente aquellas que menos lo comprenden. Esta falta de conocimiento perpetúa ideas erróneas sobre las alternativas a la monogamia, sin dar espacio a la reflexión o al entendimiento.
Esto sucede porque a menudo se asume que lo desconocido es sinónimo de peligro y en su caso las no monogamias son tachadas de inmorales, cuando en realidad existen formas de relación que aunque son diferentes, también se basan en valores fundamentales como el respeto y el compromiso mutuo.
La monogamia como modelo ideal
La monogamia, tradicionalmente asociada con la exclusividad y el amor eterno, ha sido presentada como el modelo ideal y único para una relación exitosa, pero esta visión no siempre refleja la realidad de las personas. A menudo, se vende la monogamia como la panacea para las relaciones sexoafectivas, sugiriendo que la exclusividad garantiza la felicidad y la estabilidad, sin embargo, esta idealización del amor monógamo no impide que en estas relaciones también se sufra, ya que las expectativas de perfección y compromiso absoluto pueden generar frustración y resentimiento cuando la relación no cumple con esas expectativas irrealistas.
Las relaciones no monógamas no se construyen en base a valores fundamentales: las relaciones no monógamas también se construyen sobre valores fundamentales como la confianza, el respeto y el apoyo mutuo, donde el compromiso sigue siendo clave, pero no se limita a una sola persona. De hecho, algunas investigaciones (Tejero Cal, 2019; Escobar-Mota y Sanchez-Aragón, 2013; Scoats y Anderson, 2019) sugieren que en estas relaciones la calidad de la comunicación y la negociación sobre las necesidades de cada individuo es incluso más alta que en muchas relaciones monógamas. En estas relaciones, el compromiso es un acuerdo consciente y consensuado entre todas las partes involucradas, basado en la honestidad y el entendimiento mutuo. A pesar de los mitos que asocian la no monogamia con falta de estabilidad, libertinaje o inmoralidad, estas relaciones buscan construir vínculos auténticos y significativos, sin imponer un único modelo. Estos vínculos al contrario de lo que se podría pensar, pueden ser profundamente estables y satisfactorios para aquellos que eligen este camino, porque están basados en acuerdos claros y comunicación constante, lo cual refuerza la relación a largo plazo.
Ambos mitos, los estereotipos de relaciones monógamas idealizadas y las ideas negativas y erróneas sobre la no monogamia, se perpetúan. Romper con la idea de la “media naranja” nos invita a reconocer que no necesitamos ser la mitad de alguien, sino personas completas que eligen libremente con quién compartir su vida y que, pese a las presiones externas, éstas limiten lo menos posible nuestra autenticidad y deseo. El amor no tiene que ser un contrato exclusivo que implique renunciar a la posibilidad de compartir afectos y experiencias con otras personas. Más bien el amor podría ser un espacio de crecimiento mutuo, donde cada individuo puede madurar, crecer y explorar nuevas formas de conectar con los demás, mientras se mantiene un compromiso claro y respetuoso con las personas involucradas.
Conclusión: el derecho a vivir plenamente, sin imposiciones
La bala nunca es una opción, y aunque suene poético o incluso utópico en algunos casos; cada persona merece y tiene derecho a la libertad de elegir su propio camino y vivir de acuerdo con sus deseos, sin las presiones de los convencionalismos sociales. La verdadera felicidad no se encuentra en seguir ciegamente lo que se espera de nosotros, sino en ser los protagonistas de nuestra propia historia. Esto no implica rechazar la monogamia, sino reconocer que existen alternativas válidas y que nuestras decisiones deben ser auténticas, no impuestas. En un mundo cada vez más informado y diverso, la tolerancia se vuelve esencial. Es crucial respetar que no hay un único modelo válido de amor y aceptar la variedad de formas de amar nos enriquece como sociedad.
Es importante destacar que no pretendemos cambiar todo un sistema social, político, religioso o estructural de un día para otro. Nuestro objetivo no es revolucionar el orden establecido, sino simplemente invitar a la reflexión abrir el diálogo constructivo. Si logramos cuestionar y explorar nuestras propias creencias sobre el amor y las relaciones, podremos generar una mayor compresión de las diferentes maneras en que las personas se vinculan entre si. Al reconocer y aceptar la diversidad de relaciones, podemos construir vínculos más auténticos que reflejen verdaderamente quienes somos y lo que queremos, basando nuestras relaciones en decisiones conscientes no en imposiciones externas. De esta forma, no solo respetamos las elecciones de los demás, sino que también nos permitimos vivir más plenamente, en armonía con nuestras verdaderas necesidades y deseos.
Bibliografía
Escobar-Mota, G. y Sánchez-Aragón, R. (2013). Validación psicométrica de la Escala de Premisas Histórico Socio Culturales de la Monogamia. (EPHSCM). Revista costarricense de psicología, 32(2), 155-175.
Ferrer, V. A., Bosch, E. y Navarro, C. (2010). Los mitos románticos en España. Boletín de psicología, 99, 7-31.
Finn, M. D., Tunariu, A. D. y Lee, K. C. (2012). A critical analysis of affirmative therapeutic engagements with consensual non-monogamy. Sexual and Relationship Therapy, 27(3), 205-216.
Guerra Cristóbal, L. y Ortega López, S. (2015). Poliamor en la vida cotidiana. Construcción ideológica y subjetividad. Memoria del Coloquio de Investigación en Género desde el IPN. Diversidad Sexual, Derechos Sexuales y Reproductivos, 1(1), 373-393.
Luna Álvarez, D. R. (2020). Transición del mito de la monogamia, hacia la plenitud del ser humano.
Macedo, M. V. (2014). Estudio sobre infidelidad en la pareja: Análisis de contenido de la literatura. Alternativas en psicología, 18(30), 36-49.
Scoats, R. y Anderson, E. (2019). 'Mi pareja estaba encima de ella': celos, comunicación y reglas en tríos de sexo mixto. Cultura, salud y sexualidad, 21(2), 134-146.
Teijeiro Cal, N. (2019). Los nuevos vínculos relacionales: los jóvenes ante las no- monogamias. [Trabajo de Fin de Máster]. Universidad de Coruña.
Angie Vanessa Chaurra Murillo
Estudiante de Máster Universitario en Psicología General Sanitaria. Especialista en terapia sexual y de pareja.
Manuela Bobadilla del Pozo
Graduada en Psicología. Estudiante de Máster Universitario en Psicología General Sanitaria.