Como es natural, la supervivencia es una prioridad para el ser humano, de modo que tomamos muchas medidas para garantizarla evitando someternos a riesgos desproporcionados para nuestra integridad, protegiéndonos de ataques o lesiones y cuidando de nuestra salud. Pese a todo, existen grandes diferencias en la importancia que unas y otras personas dan a su salud y su seguridad y en las medidas que toman para garantizarlas. Mientras que algunas personas son aficionadas a realizar actividades de riesgo o se preocupan poco por su salud o su alimentación, otras personas evitan a toda costa someterse a riesgos que consideran innecesarios o consultan con su médico ante cualquier señal de alarma.

Tal y como explicamos aquí, proteger nuestra salud y nuestra integridad es algo lógico y recomendable, pero tomar precauciones excesivas o permitir que esta cuestión se convierta en el centro de nuestra existencia puede resultar problemático y tener consecuencias muy indeseables.

Así, por ejemplo, algunas personas revisan continuamente su cuerpo y su estado físico para comprobar que todo sigue en orden y se alarman ante el menor cambio, acudiendo a médicos con excesiva frecuencia e incluso llegando a realizarse pruebas innecesarias. Además, estas personas pueden renunciar a realizar actividades que son comunes para otras personas, como por ejemplo hacer deporte, por considerarlas peligrosas o por sentirse incómodos experimentando ciertas sensaciones físicas que las alarman.

Todo ello puede tener varias consecuencias indeseables, como son el acudir a un centro médico con más frecuencia de lo que sería necesario (sometiéndose en ocasiones a intervenciones o procedimientos innecesarios y contribuyendo a un uso ineficiente del sistema de salud), dejar de realizar una vida normal e incluso evitar actividades que podrían ser saludables para ellas, prestando excesiva atención a sus reacciones físicas y fisiológicas retroalimentándolas de este modo, etc. Además, esta forma de reaccionar tiene la consecuencia de que la preocupación y el malestar que genera se perpetúan, con lo que las preocupaciones acerca de propio estado de salud se mantienen y tienden a aumentar.

Si te encuentras en una situación similar a la que hemos descrito, te recomendamos acudir a un profesional que te ayude a reaccionar de un modo más ajustado a tus preocupaciones y sensaciones físicas y a discriminar cuándo es adecuado pedir ayuda médica y cuándo es más recomendable emplear ciertas estrategias psicológicas que se pueden aprender.

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